Venezuela: una sociedad invertebrada

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Se me ha solicitado analizar los factores de debilidad institucional, tales como la crisis de representatividad de los partidos y otras instituciones democráticas, así como el escenario político actual y las perspectivas que se abren para Venezuela. En tal sentido, conviene tener presente que la eleccion de Hugo Chávez como Presidente de la República, en diciembre de 1998, marcó el final simbólico de cuatro décadas durante las cuales Venezuela vivió en democracia. Ciertamente, el sistema político inaugurado en 1958 caminó por un sendero complejo y en ocasiones tumultuoso, y las grandezas y miserias de su desarrollo han sido ampliamente discutidas. Para nuestros efectos inmediatos, tres puntos merecen destacarse: En primer lugar, y a diferencia de otros países latinoamericanos, el sistema político venezolano jamás experimentó los rigores de la hiperinflación o de programas de ajuste fondomonetaristas llevados a sus consecuencias extremas. La economía venezolana fue y sigue siendo una economía centrada en el petróleo y relativamente aislada de las corrientes predominantes en el resto de la región. En segundo lugar, y en buena medida como consecuencia del impacto del petróleo en la sociedad, la mayoría de los venezolanos está convencida de que el país es inmensamente rico, y espera del gobierno la rápida y eficaz satisfacción de sus muy infladas expectativas a través de la redistribución del flujo financiero derivado del factor petrolero. En tercer lugar, los golpes de Estado de 1992, uno de ellos comandado por Hugo Chávez, fracasaron militarmente. La eventual conversión de este fracaso militar en victoria política se debió en buena medida a la división entre las elites dirigentes de la democracia, al agotamiento de los partidos —que se habían convertido en meras maquinarias clientelares—, al desprestigio de los líderes tradicionales, y en general a la incapacidad de esa dirigencia para asumir el desafío de decir la verdad a los venezolanos, de combatir los mitos predominantes en nuestra sociedad rentista, de luchar contra la corrupción y hacer cambios verdaderos en una dirección modernizadora.

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