Washington. El asunto «Karl Rove», que empezó como una anécdota de filtraciones secretas de información, acorrala ahora a la Casa Blanca y amenaza con complicarse más tras la declaración judicial de uno de los periodistas implicados, Matt Cooper.
El testimonio de Cooper es secreto y el periodista no hizo declaraciones a su entrada al Tribunal que lleva el caso abierto por la revelación de la identidad de una agente secreta de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), reveló Efe.
La creciente presión forzó al presidente de Estados Unidos, George W. Bush, a referirse públicamente al asunto, aunque sus escuetos comentarios no arrojaron luz sobre lo ocurrido.
«Esta es una investigación seria», dijo el gobernante.
Bush, con Rove sentado a sus espaldas, aseguró que estará «más que encantado de hacer comentarios una vez que se complete la investigación» sobre la filtración, atribuida a su asesor.
La falta de un respaldo rotundo a Rove por parte de Bush sorprendió a más de un analista político en Washington, donde se sigue de cerca este escándalo, que pondrá a prueba la lealtad del mandatario hacia su hombre de confianza.
David Gergen, asesor de varios presidentes estadounidenses y profesor en la Universidad de Harvard, cree que Bush defenderá a capa y espada al «arquitecto» de su victoria electoral.
«Karl es su mano derecha», aseguró Gergen a los medios.
Bush se enorgullece de ser fiel a sus amigos, una de las virtudes que los analistas reconocen al actual inquilino de la Casa Blanca.
Pero su capacidad para sacar a Rove del atolladero se verá limitada por las conclusiones de la pesquisa judicial en marcha, que lidera el fiscal Patrick Fitzgerald.
El caso que tiene a Washington en vilo empezó en 2003 con la publicación del nombre de la agente secreta de la CIA Valerie Plame, lo que la puso en peligro.