Un grupo de hombres blancos caminaba silenciosamente por las selvas africanas. El canto de la jungla oculta la mala intención de los "negreros" que sin negociación alguna secuestran uno a uno a los indefensos aborígenes de un continente inexplorado, sorprendido por la amanecida de los traficantes de seres humanos.
Pero mucho antes, históricamente hablando en data de milenios, el negocio de raptar hombres, mujeres y niños ya existía; la venta de esclavos como mano de obra, prostitutas, eunucos, mendigos, gladiadores y otras tantas especialidades formaba parte de las leyes y costumbres aceptadas, en un desaire permante por el valor de los derechos humanos.
Pero estamos en el principio del siglo XXI, nuevos tiempos, nuevo Milenio. Las viejas costumbres quedaron en el pasado, la barbarie de otrora quedó en el recuerdo. Sin embargo, día a día nos enfrentamos a una "nueva realidad": el secuestro.
Métodos de opresión humana que bien pudieron ser pasado, pero que se mantienen vigentes en una oscura y pérfida forma delictual que negocia la libertad de los hombres, desconociendo los derechos supuestamente ganados hace ya varias centurias.
El secuestro, el rapto y la toma de rehenes en general, es una de las manifestaciones antisociales de las más perversas, porque no solo afecta a la víctima directa , objeto del plagio. El secuestro distorsiona al cuadro familiar y al entorno social del plagiado, dejando una marca imborrable y en muchos casos heridas sangrantes difíciles de sanar.
Si dejamos atrás la retórica, la realidad es menos poética y un tanto más cruel. El número de secuestros que en estos momentos afecta las comunidades de América Latina desde México hasta la Patagonia, supera las estadísticas más inverosímiles e inimaginables. La industria del secuestro se cierne por todo el continente americano, dejando una estela de sufrimiento en muchos casos irreparable.
Los raptos, especialmente de menores, siembran zozobra en los Estados Unidos, con finales no siempre felices, hasta trágicos en los últimos meses. Las solicitudes de información sobre personas desaparecidas viajan por correo permanentemente mientras que los familiares de los desaparecidos colocan su esperanza en que detrás de algún buzón surja la llamada tan esperada.
"Si tan solo me dejaras un hilo, un punto de contacto, alguien con quien dialogar, yo garantizo una negociación, que a la larga puede ser la diferencia entre la vida y la muerte" (del "arte de negociar rehenes", inédito del mismo autor).
El negociador de rehenes se ha convertido en una pieza fundamental en el manejo de algunos casos, por lo menos de aquellos donde aun existe un vilo de relación con los plagiarios, ahí entonces el experto en negociar secuestros puede invertir tiempo y esfuerzo en "halar" la situación existente hasta conseguir el punto de equilibrio donde en forma razonable y con el mínimo riesgo para el rehén, logren la libertad absoluta de la victima, sin crear esa atmósfera hostil que podría en poner en peligro la vida de los inocentes.
Prácticamente podríamos decir que en el fondo el negociador no es otra cosa que un árbitro entre dos partes, plagiado y plagiarios, quienes fuera del Derecho de la Ley, debaten sus controversias en un clima poco legal, donde impera la ley de la fuerza en contraposición a la astucia que debe poseer quien sea considerado como un maestro en el arte de negociar rehenes.