DAVID GONZÁLEZ
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Esta joven en cautiverio no era Mía Maestro, la actriz argentina que disfrazó su acento sureño para parecer una adinerada caraqueña en la película Secuestro Express del director venezolano Jonathan Jakubowicz.
No rodaba filme alguno, ni tampoco había reflectores que iluminaran sus movimientos en escena. Pero a su lado había algo peor que la obligó a realizar la mejor actuación de su vida para retirar dinero en efectivo de un cajero automático: un hombre que discretamente la apuntaba con un revólver.
«Me dijo que si hacía algo mal me jodía», relata la víctima, una profesional, soltera e independiente, que vivió seis horas de plagio durante una noche y una madrugada de julio del año pasado.
La historia -que fue contada con la condición del anonimatose desarrolló en las calles de Caracas.
Todo comenzó aproximadamente a las 8:30 pm, en una estación de servicio de La Florida. La víctima se detuvo en la gasolinera a recargar de combustible el tanque de una camioneta valorada en varios miles de dólares. Dos hombres subieron de improviso al vehículo: uno de ellos se sentó en el puesto del copiloto, sacó un revólver y apuntó a la cabeza de la conductora. De inmediato dio una orden audible e inequívoca que se cumplió al pie de la letra: «Dale para la Cota Mil». Había comenzado otro secuestro express.
Cuidado en Plaza Venezuela
El itinerario abarcó distintos puntos de la capital, incluso lugares como la urbanización El Marqués.
En esa zona residencial hubo un instante de tensión cuando la plagiada y sus dos captores superaron un puesto de control de la Policía del Municipio Sucre, sin que los funcionarios detectaran lo que ocurría dentro del vehículo. En el trayecto, los delincuentes pararon en un punto de la ciudad a comprar arepas. Y también obligaron a la víctima a retirar 1 millón de bolívares de 3 cajeros automáticos.
Una de esas escalas se hizo en Plaza Venezuela.
Cerca del punto bancario había tres personas. La secuestrada se concentró en darle forma y sentido al único verbo que le garantizaría la supervivencia: disimular.
«Pensé que si gritaba me podían matar, así que actué lo mejor que pude. Lo viví de una manera muy parecida a la que mostraron en la película Secuestro Express «, relata la joven. En la madrugada, los plagiarios usaron el teléfono celular de la cautiva para llamar a su padre y pedir una recompensa. La comunicación se logró, finalmente, después de dos intentos fallidos.
«Nunca hablaron de un monto definido, sólo le decían a mi papá que reuniera todo el dinero que tuviera para reunirse en algún lugar a cobrar». Pero los delincuentes aceptaron la contraoferta presentada al otro lado de la línea: se conformaron con llevarse la camioneta que finalmente fue recuperada. Aproximadamente a las 3:00 am la víctima fue liberada en la vía hacia Filas de Mariches. Sin contar las horas de terror, la plagiada sólo recibió sólo algunos golpes -incluyendo un «cachazo» en la cabeza- en un momento en el que los secuestradores fueron más agresivos. «Fue una situación tragicómica, pensé que me podía morir. Pero creo que los hombres que hicieron esto no eran muy expertos».
Los aprendices
No fueron precisamente aprendices quienes convirtieron el secuestro express en un lucrativo negocio en Venezuela a finales de la década pasada y a principios de ésta. Funcionarios activos y retirados del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas concuerdan en la afirmación de que esa modalidad delictiva fue importada desde México por venezolanos que conocieron y estudiaron el fenómeno en el país azteca. Los policías atribuyen a dos hermanos de apellido Patty -que supuestamente se dedicaban al robo de quintas- el desarrollo del plagio rápido en el país. «Se aprovechaban de que eran personas de buena posición para no levantar suspicacias entre sus potenciales víctimas», explica el comisario retirado Sixto Peña Bernal, quien en el año 2000 era jefe de la División contra Robos del Cicpc, a la cual estaba adscrita una brigada especial antisecuestro.
En los primeros momentos, la policía judicial se vio sorprendida por el modus operandi diferenciado del llamado «secuestro prolongado» que puede consumir días, meses o años enteros. «El express se da en un plazo no mayor de 24 horas y exige la petición de rescate por parte de los delincuentes.
Las cifras suelen ser más bajas que en aquellos que son prolongados», dice el comisario Joel Rengifo, quien fue entrevistado para el presente trabajo cuando aún era el jefe de la División Antiextorsión y Secuestros del Cicpc, de la que fue transferido recientemente.
Alrededor de los Patty -dice el funcionariofue creada una banda con tres ramificaciones en la Gran Caracas y Miranda; en Aragua y Carabobo; y otra en Anzoátegui, Bolívar y Monagas.
Modus operandi
Los primeros casos permitieron a los investigadores recomponer el cuadro de lo que ocurría: generalmente los plagiarios usaban vehículos de lujo que no llamaban la atención en urbanizaciones de clase alta, disponían de armamento con alto poder de fuego, realizaban seguimientos y estudios rápidos de las víctimas, a diferencia de quienes trabajan el secuestro prolongado, que exige a los delincuentes profundizar en los hábitos y rutinas de los potenciales plagiados.
Se dividían en grupos: unos custodiaban a la víctima y otros negociaban los rescates. «La gente que trabajaba con los Patty descartaba el vehículo del plagiado a quien mantenían en una camioneta de la propia banda. Cuando descubrimos eso, entonces comenzaron a usar cuartos de hotel para esconder a sus víctimas y para establecer sus centros de operaciones. Eran personas escurridizas y no estábamos acostumbrados a la manera cómo actuaban», relata Peña Bernal.
Una segunda banda -de acuerdo con la información policial- se organizó alrededor de un individuo llamado Abraham Acevedo Hidalgo, quien finalmente murió en un enfrentamiento con las autoridades. Según la policía, era un ladrón de automóviles que luego descubrió el secuestro express. Su grupo sí retenía -lo explica Peña Bernal- los vehículos de las víctimas, por lo general mujeres jóvenes y atractivas, algunas de las cuales fueron violadas.
Acevedo Hidalgo logró desarrollar estrategias para evolucionar al secuestro prolongado: en su oportunidad fue señalado por el plagio del propietario de la tienda Pablo Electrónica.
En 2002, la directiva del Cicpc, alarmada por la escalada del secuestro express, decidió crear la División Antiextorsión y Secuestro que quedó bajo el mando del comisario Rengifo. «Puedo dar un mensaje de tranquilidad a la colectividad porque las bandas que trabajaban con esa modalidad fueron desarticuladas y desde 2002 la incidencia se ha visto minimizada casi totalmente», señala el comisario. Peña Bernal cree que una de las claves de la policía fue comprender que debía actuar «en caliente» y no con la paciencia que exigen los complejos procesos de investigación y negociación de los secuestros prolongados.
Obviamente, no entran dentro de las estadísticas oficiales los casos que no son reportados a las autoridades y en los que las familias de las víctimas han decidido negociar directamente con los delincuentes el pago de los rescates solicitados. Tal como lo hizo Rubén Blades para recuperar a Mía Maestro en el film de Jakubowicz.
CULTURA PREVENTIVA
Franklin Chaparro, consultor en seguridad, cree que las potenciales víctimas de secuestros prolongados o express deben desarrollar una cultura preventiva o de “autoprotección”. Hay medidas que pueden adoptarse como parte de las rutinas en el hogar, el trabajo, en los traslados entre ambos y durante los viajes:
Variar las rutas y horarios de los desplazamientos entre la vivienda y el sitio de trabajo Hacer notorio –tocando la bocina, por ejemplo– cualquier intento de obstaculización del vehículo donde se viaja.
Mantener cerrados con llaves los vehículos que están estacionados, incluso dentro del propio garaje.
Verificar que no haya desconocidos dentro del automóvil antes de subir a éste.
Cualquier persona conocida debe tener una razón justificada para hallarse dentro del vehículo.
No estar ni desplazarse sólo en horas de la noche.
Cerciorarse de que no hay situaciones sospechosas en los puntos de salida y entrada en residencias, trabajos.
Denunciar los intentos de personas que presuntamente estén vigilando los movimientos.
Mantener vidrios y puertas del automóvil cerrados.
Tener a la mano los teléfonos de las autoridades
Sólo “ruleteo”
De acuerdo con el Código Penal, el delito de secuestro implica la exigencia de dinero, bienes materiales, títulos o documentos, entre otros, a cambio de la libertad de una persona. Se caracteriza por el contacto que establece el plagiario con la familia del plagiado para presentar sus demandas.
El Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas considera esencialmente como robos con todos sus agravantes aquellos en los cuales delincuentes someten a personas, las obligan a retirar dinero de cajeros automáticos, los conducen por distintos sitios de la ciudad —en lo que popularmente se ha llamado “ruleteo” —, se apoderan de los vehículos de las víctimas y luego las liberan en un lugar cualquiera.
Hay casos en los que la privación de libertad ni siquiera supone retirar efectivo de punto bancario alguno. “A finales del año pasado, dos hombres armados me sorprendieron de noche en la entrada del garaje de la quinta donde vivo. Había estacionado el carro pero no me dio tiempo de cerrar el portón. Me apuntaron y subimos al vehículo. Uno de los tipos se montó adelante y el otro iba detrás conmigo. Dimos vueltas por muchas partes, no me agredieron y sólo dijeron que querían el carro para un trabajito.
Al final me dejaron en Plaza Venezuela y hasta me dieron 5.000 bolívares para que pudiera volver a mi casa”, explica el periodista Ángel López, que fue blanco del hampa.