Los aeropuertos, y todo lo que se mueve dentro y en torno a ellos, han sido quizá los puntos de nuestro paisaje cultural que más cambios han sufrido a raíz de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001.
Antes de esa fecha, los enfants terribles del periodismo estadounidense se deleitaron en más de una oportunidad poniendo a prueba la capacidad de las autoridades aeroportuarias para detectar a tiempo la introducción en los aviones de las partes con las que podrían ser construidas bombas u otro tipo de armamento. Las transmisiones de estos reportajes ponían en ridículo los discursos oficiales. Pero en el fondo la ciudadanía no creía posible que la aviación comercial pudiese ser utilizada para propósitos terroristas dentro de ese país.
A más de dos años y medio de aquellos episodios estos experimentos periodísticos ya no son posibles. Una legislación puesta en vigencia en ese país criminaliza la introducción en instalaciones aeroportuarias de partes con las cuales pueden ser ensamblados artefactos de destrucción, así como la difusión de cualquier alarma injustificada sobre la presencia de un explosivo. La difusión pública de estos reportajes sería en sí misma una prueba del hecho criminal.
Pero no por esto la aviación comercial es más segura que hace dos años y medio.
Los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono fueron únicos en su estilo. Los secuestros o interferencias ilícitas de vuelos comerciales fueron frecuentes veinte años atrás, pero nunca con propósitos suicidas. Los captores de las aeronaves solían exigir el desvío de la ruta hacia un destino que consideraban afín con su causa política, o al menos neutral. Una vez en él exigían la liberación de presos o el pago de algún rescate. Este modus operandi nació entre la militancia del Frente Popular para la Liberación de Palestina, y pronto se extendió a otras zonas del mundo.
Pero en la era del terrorismo nihilista (calificativo tomado de André Gluksmann) el avión secuestrado y todas las vidas que lleva en su interior se transforman en misil. Un paso grande en la evolución de los conflictos asimétricos. Ya los botes ligeros habían sido convertidos en torpedos, como lo demostró la experiencia del USS Cole. Pero era verdaderamente difícil imaginar la asimilación de esta experiencia en la aviación comercial.
¿Cómo evitar que esto se repita? La Administración de Aviación Federal, la Organización de Aviación Civil Internacional y las propias líneas aéreas han puesto en marcha un conjunto de medidas que aparentemente van encaminadas a dificultar las interferencias ilícitas, especialmente en los vuelos que cubren trayectos internos en territorio norteamericano, así como también los que van hacia ese país. Estos planes ya tienen más de un año en marcha, e implican un gran reto para la industria de la seguridad, pues de tener éxito serán adoptados en los países con los que la primera potencia mundial mantiene relaciones comerciales.
Estas son algunas de las cosas que hacen distintos a los aeropuertos de la actualidad, los aviones y sus pasajeros con respecto a los de 2001:
*Las cercas perimétricas, destinadas a impedir el acceso de intrusos en los terminales aéreos. Tales entramados deben ir equipados con sensores para detectar irrupciones en lugares apartados de la pista.
*Todas las entradas al terminal, sea por peatones o vehículos en marcha, deben ir equipados con circuito cerrado de televisión. En Londres, Tel Aviv y algunas localidades estadounidenses esta tecnología es complementada con programas de reconocimiento facial, corporal o vehicular que permite alertar sobre la presencia de personas o automóviles buscados por las autoridades.
*Las entradas o salidas principales del terminal pueden ir equipadas con dispositivos de barricada, que se activan ante una emergencia y bloquean las vías.
*Los puntos de inmigración disponen de equipos informáticos con programas de biometría, capaces de leer en segundos tanto el rastro dactilar como la geometría facial.
*Equipos portátiles de rayos X son utilizados para la revisión del equipaje de los pasajeros. Estos también son escrutados con detectores de metales, y a veces en forma manual.
*Otros equipos detectan partículas de sustancias prohibidas – ya sea psicotrópicos o explosivos- en los equipajes de mano.
*Los aviones están siendo modificados para fortificar la cabina del piloto, con lo que se reduciría la posibilidad de una toma por parte de secuestradores. También se está analizando la posibilidad de incorporar sistemas defensivos contra misiles guiados por calor, así como alguaciles no uniformados cuya presencia sería permanente en los vuelos.
Esta no ha sido una revisión exhaustiva. Simplemente un recordatorio de todo el esfuerzo y los recursos financieros encaminados a impedir una reedición del 11 de septiembre. No obstante, mientras la aviación comercial no uniforme las medidas de seguridad en todos los países la posibilidad de una interferencia ilícita seguirá en el horizonte, aunque con menor probabilidad de éxito debido a la mejora que han tenido los sistemas de alerta temprana de la defensa aérea.
En los últimos meses, British Airways ha cancelado dos vuelos transcontinentales, ante las informaciones que alertaban sobre la posible toma de una aeronave. Esto implica que, además, las autoridades están poniendo un acento importante en la inteligencia de campo, y que su procesamiento y diseminación se está haciendo con tiempo suficiente como para reaccionar en forma preventiva. Paradójicamente, esto transmite una imagen de vulnerabilidad ante el público.
Tocará ahora exportar estas medidas al transporte ferroviario.