Parece una proeza de trapecista. Sujeto por un arnés de seguridad, el hombre va colgado en posición vertical de un grueso cabo de treinta metros que lo llevará de un buque de guerra argentino a otro brasileño, que navegan a la par, a 12 nudos (24 kilómetros por hora). La maniobra se llama «traspaso de peso» y ahí va la carga humana, con sus pies a tres metros de las aguas agitadas por el apareamiento de las dos moles de 3.500 toneladas. Los delfines, siempre curiosos, se roban parte del show nadando entre los dos buques.
«Hay que mantener una distancia exacta para evitar el efecto saquito de té», bromea el capitán de navío Alvaro Martínez, sobre el hombre que pende de la soga.
Toda la semana pasada, la Armada y la Marina del Brasil compartieron el ejercicio «Fraterno», en su edición 24. Los participantes se reunieron en Río y tras un par de días de pizarrón se hicieron al mar para encarar operaciones de defensa aérea, antisubmarinas, de combate en superficie. El final: un desembarco anfibio de infantes de marina en una isla de la Bahía de Marambaia, un lugar paradisíaco cerca de Angra dos Reis. Clarín lo siguió desde el destructor «Almirante Brown», que abordó cuando navegaba a 150 millas de Río. Desde la «ciudad maravillosa», fueron 40 minutos de vuelo en un helicóptero de la Marina brasileña.
El Fraterno, donde participaron 1.200 efectivos, es indicador de un grado de cooperación y confianza mutua entre las dos armadas sin precedentes en la región. En un mundo dominado por el uso del inglés en operaciones militares entre países, un detalle no menor: cada cual habla su idioma —castellano y portugués— y todos se entienden perfectamente.
«El Fraterno se hace desde 1978 y es una muestra acabada de cómo la relación entre Armadas ha facilitado el acercamiento entre dos naciones amigas», dice el capitán Martínez, máximo responsable argentino.
Tras varios días de navegación, los buques fondean en la bahía de Sepetiba, en un entorno magnífico de aguas cálidas y transparentes y costas e islas exuberantes de vegetación. Al día siguiente, con las primeras luces, comenzará el desembarco. El buque brasileño «Ceará» se inclinará para inundar su enorme bodega para que salgan los vehículos anfibios al asalto final.
Por la Argentina participaron el Brown, la corbeta Robinson y el submarino Santa Cruz. Por Brasil, el Ceará, la fragata Defensora y el submarino Tapajó. Los buques argentinos seguirán en continuado con el Unitas, que comienza esta semana también en aguas atlánticas a la altura de Brasil, junto a las armadas de EE.UU., España y Uruguay.