Este año, en los primeros días de abril, la oficina de personal del DAS en Bucaramanga se vio en la necesidad de remplazar un computador dañado. Para solucionar el problema, un funcionario recurrió a un reconocido comerciante de la ciudad que vendía ordenadores repotenciados y, a muy buen precio, adquirió dos aparatos comprados por dicho comerciante el 31 de marzo en un remate del Consulado General de Venezuela con sede en la capital de Santander.
Éstos fueron instalados en las oficinas del segundo piso del DAS, y dos funcionarios fueron asignados para programarlos. En el proceso, éstos se llevaron una gran sorpresa: en los discos duros había un centenar de archivos protegidos con claves de seguridad e identificados con títulos como Carreño Sandoval, Documento Chávez, Frontera VI 2004, Información Obtenida 2, Red de Inteligencia, Sargento Maza y Cartagenazo, entre otros.
En agosto de 2000, fue nombrado jefe de la Agencia Exterior de Inteligencia en Bucaramanga.
La cúpula del DAS en Bogotá fue enterada de inmediato del hallazgo. Un experto en sistemas fue comisionado para entrar en los archivos y desentrañar el misterio que guardaban, y cinco agentes encubiertos fueron encargados de atender el asunto.
El especialista utilizó un programa especial que le permitió abrir los documentos, y descubrió que desde la sede del consulado venezolano, en el barrio Altos de Cabecera, de Bucaramanga, se había adelantado entre enero de 2000 y enero de 2005 una sofisticada operación de espionaje, dirigida por un coronel adscrito al Departamento de Inteligencia Militar, DIM, del vecino país, asignado al área internacional.
Es la primera vez en la historia reciente de las relaciones binacionales que queda al descubierto la existencia de una oficina para monitorear las actividades de las Fuerzas Armadas en la frontera y proponer estrategias para contrarrestar a los enemigos del régimen de Hugo Chávez, entre ellos algunos generales del Ejército y varios dirigentes políticos.
De tiempo completo
El análisis de los archivos hallados permitió a los investigadores del DAS establecer quién era el espía venezolano y cuál era su trayectoria. Se trata de Carlos Hernández Astudillo, con 18 años de servicio en las Fuerzas Armadas de Venezuela, y una nutrida hoja de vida militar y en los servicios de Inteligencia.
Ha sido jefe de las regiones 15, en el estado de Sucre; 7 en el estado de Anzoátegui, y 6 en Táchira; fue fundador de las regiones 21 y 22 en Guasdualito y La Fría, y participó en la activación de los llamados ‘teatros de operaciones’ 1 y 2 en la frontera con Colombia.
Hernández también fue alumno en las aulas reservadas para los comandos especiales de la Guardia Nacional, hizo los cursos de inteligencia I y II, recibió entrenamiento sobre operaciones clandestinas y redacción de informes de Inteligencia en la embajada de Estados Unidos en Caracas, y un seminario sobre seguridad y defensa nacional. Ampliamente capacitado, fue designado el primero de agosto de 2000 como jefe de la Agencia Exterior de Inteligencia con sede en Bucaramanga.
«Me llama la atención cómo un consulado cumple ese papel. Eso no está contemplado dentro del Derecho Internacional. Están para mantener las relaciones bilaterales, y no para hacer espionaje.» General Jairo Duván Pineda
De acuerdo con el examen de los archivos descubiertos en los computadores que fueron a parar al DAS, Hernández –que a veces se identificaba con su verdadero nombre y a veces con el seudónimo de Negrito II– enviaba informes con observaciones muy bien documentadas sobre lo que ocurría en materia militar, política y económica en el oriente del país.
Pero al tiempo que mantenía informados a sus superiores en Caracas, diseñó un plan para penetrar la Segunda División del Ejército, con sede en Bucaramanga, entonces la guarnición militar colombiana más grande, con cerca de 35.000 soldados y jurisdicción sobre el 90% de la extensa frontera que divide a los dos países. «Tiene la responsabilidad de todas las operaciones militares que realizan sus unidades tácticas en la frontera con los estados Táchira, parte del Zulia y parte de Apure, además de que se acaba de activar una oficina de operaciones conjuntas con participación de componentes de la Armada Nacional y la Fuerza Aérea», escribió Hernández en un informe que envió a una mujer identificada como María Tere.
Buenas conexiones
Hernández se inscribió en la Universidad Autónoma de Bucaramanga para los diplomados sobre seguridad antiterrorista y democracia, y derechos humanos, porque sabía que a los cursos asistían numerosos oficiales y suboficiales de la Segunda División. Varios documentos remitidos a sus superiores indican que el coronel espía logró acercarse a un mayor y a un suboficial que empezaron a suministrarle información reservada.
Por ejemplo, en el archivo titulado Sargento Maza, Hernández hace referencia a una cumbre en el comando de las Fuerzas Militares en Bogotá, a la que asistieron oficiales y suboficiales del Ejército destacados en las bases de la frontera con Venezuela. «En ese curso se habló del plan hipotético de conflicto con Venezuela, en el que se exhibieron las zonas estratégicas y los puntos vulnerables venezolanos, los cuales fueron aportados por funcionarios civiles y militares de la embajada de Estados Unidos y del Comando Sur, quienes de acuerdo a (sic) lo suministrado por este suboficial también participaron como instructores», escribe Hernández. Y califica la información suministrada por el suboficial que, según él, trabaja en la sección de comunicaciones especiales de la Segunda División, con una credibilidad del 100%.
«Todo lo que dice de mí es cierto, pues he considerado y sigo considerando que Chávez es un peligro para la estabilidad del continente y para Colombia.» Juan Manuel Santos
Otro documento reservado titulado Información Obtenida 2, no deja duda de que la cercanía del coronel venezolano con militares colombianos le producía excelentes dividendos. En él relata con lujo de detalles los resultados de una cumbre de generales del Ejército, la Fuerza Aérea y la Armada en el comando de las Fuerzas Militares en Bogotá a comienzos de 2004. Dice que el encuentro duró dos días, y que los generales agotaron una extensa agenda de trabajo de la cual destaca seis temas: diseño del Plan Colombia a corto, mediano y largo plazo; plan estratégico hasta 2007; distribución de fondos para la Fuerza Pública; situación de las Farc y el Eln; incidencia de la disputa de las Farc y el Eln en el estado Zulia y toda la zona de frontera, y disputa en Arauca por el petróleo. También califica a su informante con una credibilidad del 100%.
Pero el coronel Hernández no sólo daba cuenta de la agenda militar colombiana en la frontera. También logró recoger la hoja de vida de los generales con mando de tropa en la zona: Martín Orlando Carreño, entonces comandante del Ejército; Duván Pineda, miembro del Estado Mayor del Ejército; Eduardo Morales, comandante de la Segunda División, y Carlos Arturo Suárez, comandante de la Quinta Brigada. Además de informes con datos personales, cargos desempeñados y condecoraciones obtenidas por los altos oficiales, envió datos separados sobre las actividades que tres de ellos adelantaban en temas relacionados con Venezuela.
Sobre los generales
Las actividades del general Carreño ocupaban especial atención del coronel Hernández, y por eso hizo un pormenorizado relato de una reunión que el oficial convocó en la sede de la Segunda División, a la que asistieron los jefes de Inteligencia de todas las brigadas y batallones con jurisdicción en la fronteriza con Venezuela y Brasil.
Allí, según la versión del Coronel espía, Carreño repartió un documento obtenido por los servicios de Inteligencia militar en La Fría, población del estado del Táchira, titulado Informe confidencial sobre el origen, situación actual y futura del proyecto personal del gobierno del presidente Hugo Chávez Frías y su vinculación con el terrorismo internacional. Y asegura que, tras discutir su contenido, el general solicitó a sus subalternos hacer «un esfuerzo de búsqueda para conseguir indicios y pruebas de los nexos posibles entre el gobierno del presidente Chávez y el de Lula da Silva en Brasil con los grupos subversivos colombianos».
Sobre el general Pineda, Hernández dice que es especialista en Inteligencia y análisis de Inteligencia, y en un documento titulado Red de Inteligencia advierte a su gobierno que el oficial está encargado de la creación de una red de las Fuerzas Militares en las poblaciones del Táchira que limitan con Norte de Santander, y que se reunió en Cúcuta y San Antonio con ciudadanos venezolanos que le sirven de informantes.
Dos oficiales de la Segunda División del Ejército le entregaban información reservada al espía.
«El jefe de la red para Norte Santander es un sargento de apellido Anaya, que tiene sus oficinas en el Grupo Mecanizado Maza –dice el informe–. La misión principal de esta red es detectar la presencia de miembros de la guerrilla colombiana y sus presuntos nexos con sectores del gobierno venezolano, en busca de pruebas para luego hacer denuncias ante medios de comunicación y organismos internacionales».
Finalmente, sobre el general Suárez, Hernández comenta su hoja de vida y dice que tiene una personalidad introvertida, que es considerado por sus subalternos como alguien exigente y que «es uno de los oficiales más disciplinados en el campo de la formación militar». Y en el reporte sobre las actividades del oficial escribe: «Es el tercer general que participa en la Operación Holocausto en la zona del Catatumbo colombiano, frontera con Venezuela». Se refiere a una gran operación contra el Eln en La Motilonia que se prolongó dos semanas y dejó como resultado 48 guerrilleros muertos.
Graduar enemigos
Juan Manuel Santos
A mediados de 2003, Hernández envió una señal de alerta a través de un correo urgente titulado Documento y apreciación, en el que advierte que un coronel del Ejército colombiano identificado como Pablo Briceño, al parecer del Comando General de las Fuerzas Militares en Bogotá, ha llegado a San Antonio del Táchira, y que allí ha recibido de un abogado de algunos militares venezolanos opositores de Chávez, un documento con informes de Inteligencia sobre la localización de campamentos guerrilleros de las Farc y el Eln en territorio venezolano.
Según el Coronel, «el presunto oficial colombiano manifestó que la situación era realmente grave y que el alto mando militar tenía la intención de crear unidades integradas por miembros de la Fuerza Pública colombiana y ex miembros de organismos de seguridad de Venezuela para la ubicación y captura de cabecillas de la guerrilla colombiana en territorio venezolano, las cuales serían dirigidas directamente por él».
Hernández anunciaba noticias sobre los militares que no se conocían aún en Colombia.
Pero no sólo los generales eran objeto de seguimiento por parte del coronel Hernández. También lo era el ex ministro Juan Manuel Santos, uno de los más duros contradictores del presidente Chávez. Por ejemplo, en el documento Frontera VI 2004, Hernández alerta a Caracas porque algunos sectores políticos, especialmente del Partido Conservador, están orquestando una campaña para acusar al gobierno de Chávez de financiar movimientos radicales en otros países de la región andina. «Esta campaña también viene siendo auspiciada por Juan Manuel Santos, ex ministro de Hacienda en el gobierno de Pastrana –dice Hernández en el mensaje–. El precitado ciudadano colombiano ha mantenido varias entrevistas con el ciudadano venezolano Pedro Carmona Estanga y su grupo de asesores en la ciudad de Bogota».
En el curso de las investigaciones, las autoridades colombianas pudieron establecer también que, aparte de los datos anteriores, el espía y sus informantes han llevado a cabo una serie de seguimientos al ex ministro Santos, con instrucciones que no se limitan a indagar sobre sus actividades en relación con Venezuela y los individuos como Carmona, con quienes conversa, sino que buscan ir más lejos. «Se trata de activar diferentes mecanismos para desprestigiarlo, haciendo seguimiento y revelando conversaciones privadas que sostenga, e incluso inventando datos que empañen su imagen», le dijo a CAMBIO una fuente del gobierno colombiano, enterada de las indagaciones.
Además de Santos, hay indicios de seguimiento a miembros colombianos de la comisiones binacionales que trabajan en diferentes áreas de las relaciones, como el ex ministro Alberto Casas Santamaría y el ex embajador Pedro Gómez Barrero. Otro caso importante que revelan las investigaciones son algunos intentos de seguimiento al ex presidente César Gaviria, quien como secretario general de la OEA medió en el conflicto político venezolano, y no es santo de la devoción de Chávez.
La punta del ovillo
Guillermo Fernández de Soto
Otros personajes que han estado en la mira del espía son ex funcionarios de la administración de Andrés Pastrana, como el ex canciller Guillermo Fernández de Soto, quien tuvo varios enfrentamientos personales con Chávez en las cumbres del mandatario venezolano con Pastrana. También es mencionada la ex embajadora en Caracas, María Ángela Holguín, ahora representante colombiana en Naciones Unidas. Como ni Fernández de Soto ni Holguín residen actualmente en Colombia, los seguimientos se concentran en sus visitas al país. Otro personaje que mereció el interés de Hernández es el senador Manuel Ramiro Velásquez, de la Comisión Segunda de Relaciones Exteriores, y una de las voces más críticas de Chávez en el Capitolio.
También hay indicios de seguimiento a periodistas y columnistas que, en algún momento en opinión del gobierno venezolano, han expresado sus críticas al régimen de Chávez. Entre ellos están el presidente del diario bumangués Vanguardia Liberal, Alejandro Galvis Ramírez; el director de CAMBIO, Mauricio Vargas, y el equipo periodístico de la publicación, así como el director de noticias del Canal RCN, Álvaro García, así como algunos periodistas de éste. También hay datos del interés mostrado por el espía en la directora de La FM, de la cadena radial RCN, Claudia Gurisatti.
Hernández dejó su cargo en febrero, y no se sabe si fue reemplazado en el Consulado.
Los investigadores del DAS han verificado los datos contenidos en los informes del coronel Hernández y aseguran que, –salvo errores menores– los puntos en que se basa la información enviada por el espía tienden a ser ciertos. Más grave aun es que, en ocasiones, Hernández se refiere a hechos que en ese momento no habían salido a la luz pública, como los ascensos de algunos generales. «Esto es particularmente grave, pues los ascensos se estudian con gran sigilo y se mantienen así hasta que son revelados por el Gobierno», anotó una fuente de las investigaciones.
El coronel Hernández, el espía del presidente Chávez, dejó su puesto en febrero pasado y no hay registro de que haya regresado a Colombia desde entonces. Tampoco se sabe si su misión fue asumida por otro funcionario de Inteligencia camuflado en el Consulado de Bucaramanga. «Su partida poco o nada debe tranquilizarnos –agregó la fuente– pues a juzgar por la cantidad de información enviada por él a Caracas, está lejos de ser el único personaje comprometido en lo que creemos es una red de mayor envergadura, de la que apenas hemos descubierto la punta del ovillo».
¿Y el contraespionaje?
Con respecto al espionaje extranjero en el país, CAMBIO consultó a Laude Fernández, ex director de Inteligencia del DAS, y actual consultor en temas de seguridad nacional:
«Colombia tiene una posición geopolítica que la convierte en una de las naciones más apetecidas por los servicios de inteligencia extranjeros. Sin embargo, sus agencias no han desarrollado la capacidad de contrainteligencia necesaria para proteger al país de la amenaza que representa el espionaje.
«El DAS, organismo que por ley debe cumplir esa misión, ha sido desafortunado en su desempeño. En una época reciente, un oficial que estuvo a cargo de la Subdirección de Contrainteligencia rehusó controlar a unos inmigrantes de un país islámico sospechosos de pertenecer a una célula terrorista, porque eran conocidos de una embajada a cuyas reuniones sociales él era invitado permanente. Esta conducta ilustra el grado de inocencia del oficial, que ignoraba las prácticas habituales de los aparatos de espionaje en el extranjero.
«En general las dependencias de contrainteligencia de los organismos colombianos se limitan a cumplir tareas asociadas a ‘asuntos internos’, referidas a agentes y oficiales que establecen alianzas con organizaciones criminales, lo que no siempre coincide con la misión del contraespionaje. En síntesis, Colombia afronta un vacío enorme en materia de proteger adecuadamente aquellos secretos, valores e instituciones que son objeto permanente de operaciones de la inteligencia extranjera con presencia en el país».