Los asaltos a chalés traen de cabeza, desde hace unas semanas, a varias localidades de la sierra madrileña. Los ladrones, extremadamente violentos, entran en las viviendas con sus ocupantes dentro. Similar método, aunque más refinado, utilizaban los islamistas detenidos la pasada semana en la Costa del Sol, acusados de financiar al Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC), la rama argelina de Al Qaida. De hecho, el juez de la Audiencia Nacional Félix Degayón ya ha ordenado el ingreso en prisión de tres de los siete detenidos en la «Operación Green» (cinco de ellos de nacionalidad argelina) por «múltiples delitos contra la propiedad, pertenencia a grupo terrorista o bien colaboración en la financiación del mismo». Los robos en viviendas habitadas eran, según el magistrado, uno de los recursos que utilizaba este grupo organizado para financiar, presuntamente, al Grupo Salafista, «organización islámica de corte radical entre cuyos fines se encuentra la comisión de actos de terrorismo» y la preparación de individuos «para la comisión de delitos de terrorismo en diversos países».
¿Cómo actuaban los miembros de este grupo para llevar adelante sus planes? Su «modus operandi» es muy similar al que adoptan las bandas de colombianos y ciudadanos del Este en los últimos robos en la sierra. Según el auto de prisión firmado por el juez Degayón, la ejecución de estos robos (se les atribuyen al menos dos en las Navidades pasadas en la localidad de Mijas) presentaba una serie de rasgos comunes. Siempre se realizaban en horas nocturnas, sobre todo entre las doce de la noche y las seis de la mañana, y los asaltantes entraban en los chalés con sus moradores dentro. Únicamente sustraían objetos pequeños (joyas, relojes, cámaras, tarjetas de crédito, carteras). Lo que no podían llevarse en sus mochilas (cuadros o televisiones) era descartado. A diferencia de otras bandas violentas, utilizaban la maña antes que la fuerza para abrir puertas o ventanas y sus «batidas» nocturnas siempre tenían como objetivo una zona en concreto (casi siempre la misma calle). Perpetraban los robos un mínimo de dos personas, vestidas con ropa oscura y que hablaban entre ellos en árabe. Dejaban el coche aparcado lejos de las viviendas y se acercaban a éstas a pie. Poco después del robo, utilizaban las tarjetas de crédito sustraídas.
Los objetos robados eran vendidos por componentes del grupo, pero el dinero obtenido no era para beneficio propio. Su nivel de vida, según los informes policiales, era «muy austero», lo que «corrobora la hipótesis de que se trata de una célula de financiación de otro grupo u organización, el referido GSPC». Esta rama de Al Qaida persigue la instauración en Argelia de una república islámica, «en la que el Corán sea la única ley, pregonando la Jihad para destruir el estado argelino». Su sistema de financiación se basa en «una vasta actividad de financiación basada en una constante labor de delincuencia común llevada a cabo por células de apoyo a la banda terrorista». Éstas dedican parte del botín a su propia supervivencia y la mayor parte «lo hacen llegar a Argelia, para sostener a los terroristas», algo que supuestamente realizaban los tres detenidos enviados a prisión (Fathi Abdellah «el pakistaní», Fares Merazka y Abdelkader Yettou). El juez considera que el riesgo de fuga, la gravedad de los delitos, la alarma social y la posible destrucción de pruebas justifican la medida.
Fuente: La Razón
15.12.05