Se acerca el 2008. En esta época decembrina muchos practican la conocida frase de «felicidad y prosperidad», pero otros no. Desde la ciudad del Vaticano, el Papa Benedicto XVI, Joseph Ratzinger, afirmó que el diálogo debe prevalecer sobre la violencia, e hizo un llamado a todos los líderes políticos a «devolver la esperanza a los pueblos que gobiernan».
Ratzinger pronunció estas palabras en un discurso ante siete embajadores y ratificó la importancia de este llamado dirigido a toda la comunidad internacional. También hizo hincapié en el profundo deseo de que los gobernantes tomen en cuenta «las aspiraciones más profundas de los pueblos», así como también los principios de justicia y equidad.
Aunado a estas palabras, el Papa Benedicto XVI no obvió el tema de la educación, y es que la «escasez de formación», como él mismo la denominó, puede ser el punto de partida para dar origen a «numerosos actos de violencia, individual o colectiva».
En este encuentro, Ratzinger quiso ser más enfático y dirigió un mensaje particular a cada uno de los embajadores de Tailandia, Seychelles, Namibia, Gambia, Suriname, Singapur y Kuwait. Por ejemplo, a Chaiyong Satjipanon de Tailandia, le expresó su más sincera preocupación por los temas de «la prostitución y el tráfico de mujeres y niños, que siguen afligiendo a los países de la región».
Al de Kuwait, Suhail Jalil Shuhaiber, lo convidó a tomar en cuenta el proceso de reconciliación y le comentó que su país «sigue jugando un papel importante» en ese aspecto, y que esa salida pacífica es «la única esperanza segura para la resolución de los numerosos problemas complejos que afectan a Oriente Medio».
No es la primera vez que Ratzinger expresa su más férreo rechazo contra la violencia. En otras ocasiones, su discurso se ha centrado en criticar otros fenómenos peligrosos y ha señalado que si en el mundo sigue persistiendo el terrorismo, la comunidad internacional jamás podrá disminuir la violencia y mucho menos la eliminación de sus causas políticas, sociales y culturales.
Asimismo, no sólo ha condenado la violencia física, sino también la religiosa. Ante miles de fieles, el Pontífice ha rechazado la violencia que se vive en Irak, debido a los atentados que ha habido en las mezquitas, así como también los enfrentamientos entre cristianos y musulmanes en Nigeria.
La violencia es un problema moral y político. La vida humana no debe tomarse en cuenta como punto de cañón, todo lo contrario, debe de ser protegida y valorada hasta el momento en que deje de existir, pero por otras circunstancias. Los violentos deben aprender a comportarse y a asimilar que, si no fuera por la vida, ellos tampoco estarían en este mundo. Es obligación de todos los Estados asegurar la vida de los ciudadanos. Ese debe ser el principal punto de agenda para el 2008.