Es hora de una reforma policial
Hoy es evidente que nuestra institución policial carece de la confianza pública. Las diversas encuestas y análisis así lo señalan, además, la implicación en diversos delitos por parte de miembros de la institución conforman un número importante.
Al mismo tiempo, nuestro país hoy vive un incremento delictivo y de violencia social. La percepción más o menos generalizada es que la criminalidad es cada vez más común, éstá más organizada, es más peligrosa y más fuera de control que antes. El clamor público de acción por parte del Gobierno es unánime.
Hoy nuestra policía tiene una estructura jerárquica donde se da una marcada distancia social y de preparación entre policías subordinados y oficiales. Ello se expresa en la falta de motivación, interés y quejas del personal de menor jerarquía. En mi opinión, los actuales sistemas de selección y capacitación enfrentan graves falencias, como ya lo sostuvimos en anteriores artículos.
Las experiencias internacionales y los procesos de reforma iniciados en los últimos años en la región, han dejado en muy pocos casos lecciones importantes. Colombia es un caso digno de imitar. Tuve la oportunidad de ser invitado, en el año 2001, por la Policía Nacional de Colombia al primer Simposium de seguridad ciudadana y pude apreciar in situ parte de los resultados del proceso de reforma policial, iniciado en el año 2000.
En la actualidad, la policía de Colombia está considerada entre las mejores de la región, ello demuestra la importancia de los cambios reales y duraderos en el tiempo en el seno de los cuerpos policiales. Argentina, y ahora México, están iniciando importantes reformas en sus instituciones policiales. Está claro que si la policía no es parte de la solución será parte del problema, y en esas condiciones será muy difícil el control de la delincuencia.
Sin duda, una reforma policial requiere de una dirección civil capacitada técnicamente y con experiencia para poder asumir los desafíos que se presenten, incluyendo la resistencias de la misma institución. La reforma policial debe ser orientada desde el Gobierno, quien a su vez debe concebirla dentro del marco más amplio de una política de seguridad ciudadana.
En el año 2002, formé parte de la mesa de trabajo que incluyó como VII política de Estado la seguridad ciudadana, pero la verdad es que hasta la fecha poco o nada se ha hecho. Corresponderá a las autoridades políticas la decisión de los objetivos a alcanzar.
La reforma policial debe concebirse como un proceso y no como un solo momento de cambios debido a la coyuntura. Para que este proceso pueda realizarse es necesario que participen la mayoría de actores institucionales y sociales en materia de seguridad ciudadana, así como las principales fuerzas políticas.
Es importante que toda reforma sea monitoreada permanentemente, realizando evaluaciones internas y externas, ya que sin ellas será difícil afirmar con certeza de que el camino que se ha emprendido es el correcto. Estas evaluaciones deben estar a cargo de expertos externos de la institución policial. Toda reforma debe partir de un diagnóstico de las fortalezas y debilidades de la institución policial: aspectos de personal, financieros, de dirección, organizativos, operativos y de valores.
Particular importancia tiene el diagnóstico de la situación del personal policial. Es sabido que en la policía el amiguismo, el compadrazgo o la corrupción a secas, determinan ciertos beneficios o ausencia de sanciones incluso ascensos o retiros, la evaluación inicial a ese respecto. Se debe partir por examinar los actuales criterios de selección de personal utilizados, la formación que los policías reciben y las características de su carrera profesional.
Debemos asegurar la existencia de un sistema policial coherente, comprometido con la ciudadanía y democrático. Toda la estructura de la policía debe estar orientada a prevenir los abusos y corrupción. Siempre será más fácil y viable controlar a una gran institución desde adentro que desde afuera, por ello la importancia de contar con los controles apropiados, poniendo especial cuidado en el control interno de la corrupción o de los abusos cometidos.
Hoy las políticas de seguridad pública más actualizadas y las que mejores resultados han obtenido, se caracterizan por su carácter integral. Ellas enfrentan los fenómenos de la violencia y el delito mediante acciones «preventivas», propuesta que vengo haciendo pública desde el año 1998 en diversos medios de comunicación.
Finalmente, es perentorio dar el primer paso para una reforma que hoy tiene carácter de urgencia.