Erwin Rommel fue un hombre valiente, un militar íntegro que se hizo querer entre sus hombres por compartir con ellos en forma permanente y en primera línea la vida de campaña. Marchó siempre a la cabeza de sus tropas, sobre todo en aquellos lugares donde el enemigo presentaba mayor resistencia. En cada uno de sus actos se destacó como una persona humana, respetada, admirada y querida por sus subalternos, para los que siempre fue un verdadero héroe de guerra.
El mariscal se constituyó siempre en un ejemplo digno de seguir. Su autoridad moral lo hizo merecedor de la admiración y el elogio de sus hombres, por quienes siempre luchó, sin importar las circunstancias. Fue siempre leal con sus hombres y su patria, nunca dejó de ser un soldado abnegado, sacrificado y leal.
Alumno destacado del creador de la Blitzkrieg, el general Guderian, el mariscal Rommel perfeccionó los movimientos de las fuerzas Panzer, con base en la velocidad y el coraje para ganarle en iniciativa al enemigo. En 1915 se hizo merecedor de la Cruz de Hierro de Primera Clase, por el coraje y la bravura demostrados durante las acciones en Argonne. En 1942, a la edad de 50 años, fue ascendido a mariscal de campo y se convirtió así en el mariscal más joven de la historia alemana.
«Ejerció su liderazgo no sólo sobre los soldados alemanes, sino sobre los enemigos, los aliados, quienes en forma respetuosa lo llamaron El zorro del desierto.»
Rommel fue un estratega, tenía una visión amplia, un sentido del deber y una capacidad de liderazgo que ejerció no sólo sobre los soldados alemanes, sino sobre los enemigos de la época, los aliados, quienes en forma respetuosa lo llamaron ‘El zorro del desierto’.
Fue implicado en el atentado contra Hitler el 20 de julio de 1944, cuando se realizaba una junta de Estado Mayor en el cuartel general de Hitler en el Este, pero su participación es aún discutida y objetada por muchos historiadores. Fue puesto bajo arresto domiciliario y en estas circunstancias se le dio la alternativa de ser enjuiciado como traidor y humillar a su familia, o suicidarse. En caso de elegir esta opción, se informaría que su muerte era consecuencia de heridas en combate y se le rendirían honores.
El 14 de octubre de 1944 fue llevado a un hospital en Ulm y allí se suicidó. Fue sepultado cuatro días más tarde con máximos honores militares, como correspondía a un mariscal del Reich, y fue decretado día de duelo nacional.
Por esto y por muchas otras cosas siempre he considerado a Rommel un personaje digno de admirar. Leal, enamorado de su patria y de su Ejército, el servicio a su país fue la principal motivación de su vida. También supo morir con la frente en alto y con todos los honores que merecía un militar de su talla. Ser militar es un orgullo que llevamos en el corazón, en el alma y en el espíritu. Sólo la muerte logra desvanecerlo.