Aparecen en el escenario igualmente complicaciones de orden fisiológico. Ellas pueden afectar a los rehenes y a veces a los encargados de manejar el problema. Estos otros fenómenos, igual que los de carácter psicológico, han sido documentados. Sobre ellos el FBI ha realizado también estudios. Los especialistas del FBI en la investigación de operaciones y en su Academia han llegado a identificar algunos cambios fisiológicos y sus desórdenes consecuenciales. Comentaremos algunos de ellos:
1.- Sistema cardiovascular: de un lado ataques cardíacos y del otro desmayos. Es natural que pueda producirlos el nivel de tensión nerviosa.
2.- Sistema respiratorio: la angustia puede desarrollar alguna enfermedad a la que la persona este propensa. La hiperventilación o el asma son típicas afecciones de este género.
3.- Tracto gastrointestinal: diarreas y pérdida de control de la vejiga (incontinencia) han sido reportados durante estos incidentes. Aun estos factores pueden, al conocerse, ser aprovechados por el negociador.
4.- Alta tensión o dolores de cabeza: son de extrañar entre personas cuya vida esté en peligro.
5.- Adrenalina: esta hormona vital proporciona energía extra en situaciones tensas, y puede motivar igualmente cambios no deseados. Desórdenes, como es el caso de la diabetes, temblores y sacudidas, pueden ser provocados por un exceso de adrenalina. Un prolongado lapso de la situación de rehenes puede producir cantidades de adrenalina por sobre lo normal. Es el caso de tener demasiado de algo bueno, pero en indeseable cantidad.
6.- Ulceras: otro de los cambios a esperarse puede ser en el estómago. En él, las ulceras son una señal de angustia que afecta a esta parte del cuerpo humano.
7.- Hipervigilia: se produce ante las incertidumbres típicas de una situación de rehén. El insomnio resulta de la permanente excitación provocada por el tiempo transcurrido entre acciones y esperas por parte de los que manejan la crisis. En el caso de Asencio, que ya citamos, él sufrió ese fenómeno aun tiempo después de terminada su pesadilla.
Ninguna discusión sobre los casos de toma de rehenes sería completa si no se hicieran unas consideraciones desde el punto de vista de los rehenes. Comenzando por el síndrome de Estocolmo, se considera que tiene implicaciones tanto positivas como negativas. Parece que entre más larga sea la duración del problema más probabilidades hay de que se presente. No obstante, no hay un factor de tiempo determinado con precisión.
Uno de los entrevistados sobre la materia estuvo involucrado en un secuestro que duró seis horas y media en Managua (Nicaragua). Según él, sólo una o dos horas fueron necesarias para que se empezara a desarrollar la relación, que mejoró mucho las probabilidades de llegar a la solución lograda.
Los casos de Sir Geoffrey Jackson y cierto número de otras víctimas sugieren que el fenómeno del síndrome puede ser inducido si los rehenes se ocupan de estimularlo. Pero no hay que olvidar la línea muy fina que separa a la actitud del que colabora con la del sumiso. En el caso de Sir Geoffrey Jackson, su dignidad fue una actitud que impresionó tanto a los guerrilleros tupamaros que él, no ellos, llegó a tener una influencia dominante. Mantenerse en calma y controlar las emociones siempre estará bien, pero en una situación como esa resulta ser de capital importancia.
Otra de las técnicas recomendables por la experiencia es mantener a los rehenes ocupados. En muchos casos es posible que realicen ejercicios físicos. Los ejercicios mentales son siempre posibles. Durante los 444 días en que los empleados de la embajada de Estados Unidos estuvieron secuestrados en Teherán, pese a haber estado siempre confinados se mantuvieron haciendo ejercicios físicos y mantuvieron ocupadas sus mentes. Claude Fly escribió su biografía e hizo una lista de verificación para analizar el Nuevo Testamento.
Otro ejemplo de este recurso fue el desarrollo del juego conocido como Damas Chinas, cuyo origen se remonta a 1920, en que un prisionero de los ingleses se dedicó a inventarlo. En todo caso, ocuparse mentalmente, y si se puede también físicamente pareciera ser una efectiva forma de mejorar las condiciones de los rehenes.
Evitar las provocaciones y por lo tanto la discusión de temas que puedan producirlas es también importante. Recordar el caso de Lavasani en Londres. Esto no quiere decir que hablar con los captores sea improductivo. Los diálogos de Gerard Vaders con uno de los rehenes, durante el secuestro de un tren en Holanda provocaron las circunstancias para que le perdonaran la vida. En estas situaciones habrá casi siempre posibilidades de entablar charlas entre rehenes y sus captores. Estas oportunidades son siempre beneficiosas, pero debe recordarse siempre la siguiente recomendación: nunca discuta sobre política, sexo, ni religión, si lo puede evitar. Es una inteligente precaución.
Finalmente, quienes han estado secuestrados por largos lapsos coinciden en que sobrellevaron la situación sin mayores problemas debido a un esfuerzo de flexibilidad y de adaptación a las circunstancias.
Comer lo que ofrezcan, no importa lo mal que sepa y lo desagradable que sea. Las comidas ayudan igualmente a encontrar un medio de pasar el tiempo. En muchas culturas se sirven a horas fijas.
El sentido del humor, hasta donde pueda no ofender a los secuestradores, es un buen recurso. La observación de lo que vaya ocurriendo y tratar de prever lo que pueda ocurrir puede ser otra distracción, y es útil para espantar el miedo. En resumen, la combinación de mantenerse activo y de permanecer flexible es la recomendación general coincidente de todos los que han sufrido largos lapsos de cautiverio con el mínimo daño.
Como ya se dijo, el promedio de los terroristas son jóvenes, universitarios, inteligentes e innovadores. Este conjunto de virtudes hace de ellos personas dispuestas a cambios. De allí la necesidad de adaptación.
En febrero de 1976, en el incidente de Djibuti, se planeó introducir tranquilizantes entre los alimentos para prepararse a liquidar a todos los terroristas en forma simultánea. Pero los secuestradores sospecharon de algo, y exigieron que los alimentos vinieran empacados en su forma original para evitar que se le añadiera algo. Esto sirvió de todas maneras para la otra finalidad: al venir así los alimentos, había la necesidad de prepararlos y se presentó la oportunidad de trabajar en equipo, que favorecía la relación. No obstante, este incidente produjo nuevas medidas a las que hubo que hacerles frente durante las negociaciones.
Como consecuencia de lo ocurrido en Djibuti, se complicó el trabajo de aquellos que se ocupan de recolectar informaciones, convertirlas en inteligencia y planear las operaciones de rescate. Por ejemplo, en el secuestro de aviones, ordenan bajar las cortinillas de las ventanas, y en todo caso alejar de la vista de extraños cualquier actividad del rehén. Durante el incidente del Princess Gate, en 1980, hubo que tratar de superar esta deficiencia de contacto pasando alimentos con mensajes por la vía de “caja en una vara”. Con ello sólo se logró identificar a un terrorista.
Los terroristas a su vez han ido aprendiendo de las técnicas usadas por los grupos élite antiterroristas, como el SAS británico, el Grupo de Intervención de la Gendarmería francesa (GIGN), el grupo alemán Grenzchutzgruppe-9 (GSG-9). Las investigaciones e inteligencia de nivel táctico han descubierto que los guerrilleros ahora usan la técnica de mantener lo más móviles a los rehenes, de manera de hacerle más difícil a los grupos de rescate el plan de desarrollo de su operación.
Adicionalmente los grupos terroristas han aprendido el valor de la movilidad en sí, tal como lo demostraron en el incidente de la TWA en su vuelo 847 en junio de 1985. Anteriormente, los terroristas decidían secuestrar a un avión y lo llevaban hacia un sitio, permaneciendo adentro. Una vez el avión en tierra, las autoridades tenían muchos medios para mantenerlo allí, mientras que las fuerzas encargadas del rescate realizaban su plan.
Los secuestradores del vuelo 847 de la TWA alteraron esta modalidad al obligar al avión a volar varias veces entre Argelia y Beirut. Luego, bajando a los secuestradores del avión y dispersándolos en la ciudad. Pese a que la Fuerza Delta de los Estados Unidos fue desplegada, ellos sólo seguían al avión de aeropuerto en aeropuerto, sintiendo siempre que la iniciativa estaba en manos de los terroristas. Adicionalmente, las negociaciones fueron adelantadas por o a través del piloto de la TWA. De modo que no hubo posibilidad de establecer contacto entre el negociador designado y los terroristas.
Otra preocupación que afecta a los interesados en el problema de las negociaciones es la actitud de ciertos grupos terroristas para poner obstáculos al desarrollo del síndrome de Estocolmo, con el fin de impedir las relaciones entre los guerrilleros y los rehenes. Los Tupamaros reconocieron este riesgo antes de que se bautizara así, y trataron de neutralizarlo cambiándole permanentemente los guardias a Sir Geoffre Jackson.
Más reciente aún, durante el secuestro del general norteamericano James Dozier, en 1982, realizado por las Brigadas Rojas en Italia, el oficial fue mantenido en una carpa, con su propia toilett y una luz. Dozier estuvo encadenado a su catre y tomaba las comidas completamente solo. Los guardias nunca le hablaron y se mantuvieron enmascarados durante todo el cautiverio. Ellos tratan de adelantarse a cualquier innovación en materia de tácticas psicológicas usadas por las autoridades. Es menos frecuente que nosotros nos adelantemos a las actividades nuevas de los terroristas.
Un ejemplo final de cómo los terroristas aprenden de cada secuestro de aviones se refleja en un caso ocurrido en 1970, en que decidieron tener colocados en un momento dado ciertos distintivos para diferenciarse de otras fuerzas. No obstante, esto resultó ser contraproducente, pues la manera de distinguirlos mejor facilitó la localización a los francotiradores del grupo de rescate.
Ya no sólo no los emplean, sino que han obligado a los rehenes a intercambiar su ropa con ellos. Han llegado a hacer asomar a una ventana a un rehén en esa vestimenta y armado con armas de las de ellos (sin municiones, claro). Han descubierto que agregar algo de confusión a una situación ya de por sí confusa puede ser útil.
Es difícil predecir hasta cuándo las actuales tácticas contra terroristas seguirán siendo efectivas. Algo que parece incrementarse es que los terroristas han decidido mantenerse en movimiento, tal como lo demostraron en el caso de la TWA, y del buque Achille Lauro, constituyendo un serio problema para las autoridades.
Lo que es indudable es que ellos se mantienen observando y explotando sus experiencias, tal como nosotros. Esperamos poder superarlos.