Una ambulancia viaja veloz por las calles de Buenos Aires a altas horas de la noche. Lleva a un hombre comatoso al hospital.
Traté de matarme de todas las formas que pude
Néstor Kruzich, veterano
No es una víctima de la violencia ni de un accidente. Es un veterano de la guerra de las islas Malvinas o Falklands que trató de suicidarse.
Ésta es una escena de la película Iluminados por el fuego. Es una obra ficticia pero, en Argentina, desafortunadamente, es una historia común.
Su creador, Edgardo Esteban, tenía apenas 19 años de edad cuando lo mandaron a la guerra.
Formó parte de una fuerza de 12.000 soldados enviados para reconquistar las Malvinas o Falklands.
Argentina ha reclamado la soberanía sobre esas islas desde que los británicos se establecieron en ellas en 1833.
Pero cuando las invadieron, el 2 de abril de 1982, el país no había ido a la guerra por más de un siglo.
Mal equipados y sin experiencia, la campaña estaba condenada al fracaso desde el principio. En cuestión de 10 semanas, Argentina se había rendido.
Para excombatientes como Esteban, fue entonces cuando muchos de sus problemas empezaron.
Conmoción nacional
Como los personajes de su película, cuando regresó a casa cayó en la depresión.
Los británicos también sufrieron, pero al menos regresaron victoriosos.
Otros sufrieron de desordenes de estrés post-traumático, como flashbacks o pesadillas, ansiedad y tendencias suicidas. Pocos recibieron tratamiento.
Los veteranos británicos también sufrieron, pero al menos ganaron la guerra.
En Argentina, no se celebró el regreso victorioso de las tropas y, con la economía en ruinas, no habían fondos para ayudarlos.
Se esperaba que ganaran y su fracaso dejó a la nación aturdida.
«La gente no quería ser parte de la derrota», dice Estaban. «Querían olvidar el fracaso político de invadir las Malvinas, así que no querían hablar del tema».
«La dictadura se desplomó y el primer gobierno democrático que le siguió tenía otras prioridades, así que el asunto quedó en el olvido», agregó.
Unos 650 argentinos murieron en la Guerra de las Malvinas o Falklands.
Sus nombres fueron grabados en una tableta negra de mármol que está en el centro de Buenos Aires. Una llama naranja arde a su lado y dos guardias en posición de firmes honran a los soldados caídos.
Los veteranos habrían deseado que les trataran con el mismo respeto.
Cientos de suicidios
Decenas de ellos se reúnen cada semana en un salón en las afueras de la capital argentina.
Algunos son profesionales, tipos de clase media. Otros desempleados y sin educación.
Los veteranos acusan un abandono de 23 años.
Uno de ellos viste una camiseta púrpura y está parcialmente paralizado en su lado derecho: una de las víctimas de estrés post-traumático.
Todos estos excombatientes se sienten abandonados por la sociedad y el Estado. A pesar de eso, son los afortunados.
Muchos de sus antiguos camaradas no pudieron soportar la vida después de la guerra. Desde el final del conflicto, más de 300 se han suicidado.
Néstor Kruzick estuvo a punto de convertirse en uno de ellos en tres ocasiones separadas. «Traté de matarme de todas las formas que pude», me dice en una voz tan abatida que tengo que hacer un esfuerzo para entenderle.
«Por suerte, mi familia logró impedirlo. Pero a algunos de mis amigos no pudieron detenerlos y se suicidaron. Lo triste es que eso no sirvió para nada: nadie se enteró, nadie aprendió la lección, sigue ocurriendo hoy en día».
Furiosos porque han sido ignorados por tanto tiempo, decenas de veteranos pasaron varias semanas el año pasado acampando frente al palacio presidencial.
Exigen mejores pensiones, servicios médicos y compensación por dos décadas de abandono.
Desde entonces, el gobierno ha aceptado casi todo.
Cambio de estado
«No sólo hemos incrementado sus pensiones en un 130%», le dijo a la BBC Aníbal Fernández, ministro del Interior de Argentina, «les estamos ofreciendo cuidados médicos y ayuda para conseguir préstamos y resolver sus problemas con las hipotecas. Además, garantizamos que pronto el 100% de los veteranos tendrán su propia casa».
Con el fin de la guerra empezaron los problemas de los veteranos argentinos.
Más dinero y un hogar garantizado seguramente hará más llevadera la vida de los excombatientes argentinos.
No obstante, el psiquiatra Enrique de Rosa, experto en trastornos por estrés post-traumático, dice que para los veteranos que sufren de problemas psicológicos podría ser demasiado tarde.
«Han pasado 23 años», señala. «Hay que empezar el trabajo durante los primeros uno o dos años. Y luego, si nada cambia, cada día que pasa se vuelve más y más difícil. La gente empieza a consumir más drogas, más alcohol, a intentar suicidarse, y eso no se puede cambiar».
Pero los problemas de los veteranos nunca se limitaron a los demonios que se esconden en los recovecos de sus mentes. Se extendían a la manera en la que fueron estigmatizados y marginalizados por la sociedad.
Gracias a las medidas del gobierno y a películas como Iluminados por el fuego, la situación finalmente está empezando a cambiar.