¿Es conveniente mantener alejados a nuestros niños de las armas de fuego?¿Conviene enseñarles cómo se manejan? Para estas preguntas no existe una sola respuesta.
Por ejemplo, el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) demandó que la niñez fuese alejada de las armas de fuego, especialmente la que habita en Guatemala y el resto de los estados centroamericanos, sometidos durante años a los embates de guerras civiles. En esos lugares, la disponibilidad de pistolas, revólveres e incluso fusiles es muy alta, lo que “no sólo impide la prestación de ayuda y protección humanitaria, sino que socava las labores de pacificación y reconstrucción encaminadas a promover la seguridad y el estado de Derecho en los escenarios de conflicto y las situaciones posteriores a ellos”.
Esta situación afecta no sólo a los países en regiones empobrecidas, sino también a los del llamado Primer Mundo. El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, en su reporte correspondiente a 2004, determinó que las heridas por proyectil de arma de fuego constituyen la segunda causa de muerte en ese país para las personas menores de 19 años, solamente superada por los accidentes de tránsito.
Datos como éstos podrían llevarnos fácilmente a señalar que las armas de fuego deben ser excluidas del ambiente infantil y familiar, y que los niños deben mantenerse ignorantes sobre cuáles son sus características y su uso. Pero esto es algo imposible. Las armas de fuego forman parte de la sociedad moderna, como las drogas, el sexo, el cine, la música y el internet. Tarde o temprano, la persona tendrá algún contacto con ellas y sabrá para qué sirven.
Las estadísticas, sin duda espeluznantes, hablan de cuántos niños y jóvenes perdieron la vida por la utilización de armas de fuego. Pero no dicen, por ejemplo, cuántos salvaron la suya por conocer cómo se usan, o mejor aún por saber cómo no deben ser utilizadas. Lo decía Sartre: los números dicen lo que uno quiere.
Un aspecto interesante del referido reporte es que en 2001 (última data disponible) los homicidios con arma de fuego entre jóvenes y niños (1.771) fueron prácticamente 48 % menos que los sumados en 1994. ¿Qué pasó en ese lapso de 7 años?¿La televisión transmitió menos mensajes violentos?¿La industria de armas cerró sus puertas?¿Bajó la población?
Seguramente hubo un cambio de actitud hacia el tema de las armas de fuego. Lo hemos dicho anteriormente: la decisión de poseerlas es algo tan personal como sacar una licencia o lanzarse en ícaro. Pero una cosa es llevar una pistola al cinto y otra muy distinta es mantener a los demás ignorantes de lo que estos artefactos, con más de 6 siglos de antigüedad, son capaces de hacer.
En el mundo de hoy, el desconocimiento es imperdonable.