Azahar significa “flor blanca”. Pero a partir de este mes será también el nombre con el que los habitantes de más de 29 países recordarán a una de las operaciones policiales de mayor alcance contra la divulgación por medios electrónicos de pornografía infantil.
Es apenas ahora cuando comienzan a ser conocidos los detalles de esta compleja pesquisa policial, adelantada desde hace más de un año por la Brigada de Investigaciones Tecnológicas de la Guardia Civil española. Pero todo indica que se trata de una historia fascinante, en la que los programas de “hackeo”, “snooping” o espionaje informático fueron aplicados con fines aparentemente éticos.
En este proceso, algunos despachos de agencias internacionales y portavoces han generado confusión al usar dos términos de distinto significado para designar a una misma realidad. El País de España, por ejemplo, reportó que Azahar perseguía indistintamente a grupos de pederastas o “comunidades pedófilas”.
La pederastia se refiere al abuso sexual hacia los niños. Aunque es asociada con prácticas homosexuales, para que exista solamente tienen que darse dos condiciones: 1) se trata de una relación no consensual, y 2)participan una persona mayor y por lo menos un menor de edad.
Pedofilia, tal y como lo explica el investigador español José Antonio Díaz Rojo, fue un término acuñado por el alemán Richard von Krafft-Ebbing para designar una “atracción erótica” entre un adulto y un menor de edad. Pero en estricto sentido no comporta abuso sexual.
Si leemos con cuidado las informaciones sobre el caso Azahar, nos daremos cuenta de que la conducta perseguida por las autoridades no es la pedofilia. En realidad, la Benemérita está persiguiendo a los pederastas, por una parte, y a los que utilizan los medios electrónicos para intercambiar imágenes (fijas o en movimiento) que puedan ser calificadas como pornografía infantil.
Con esta finalidad ha utilizado un buscador denominado Hispalis, capaz de ubicar en el mar de datos que circulan por Internet todas las informaciones referidas a tales delitos, y rastrear los códigos que identifican las direcciones IP de tales contenidos hasta sus lugares de origen. Esto ha permitido enviar notificaciones a las policías de por lo menos 29 países sobre la presencia en su territorio de personas o grupos de personas que con frecuencia intercambian archivos de pornografía infantil. Entre ellos figuran México, Chile, Estados Unidos, República Dominicana y Venezuela.
Esta vasta operación no sería posible si estos países no hubiesen llegado a un consenso en cuanto a que estas conductas son reprochables, y que deben ser perseguidas penalmente. Esto parecería casi obvio, pero no lo es. Considérese, por ejemplo lo difícil que es organizar una averiguación contra un grupo de traficantes de drogas que exceda de 4 ó 5 naciones. Las disparidades legales en esta materia son tan grandes que hacen prácticamente imposible conciliar a un grupo más grande de soberanías.
De manera que Azahar podría ser un buen ejemplo de coordinación y cooperación para otras averiguaciones policiales. No obstante, todavía es prematuro hacer un balance general de la pesquisa. El éxito parece asegurado en lo que respecta a la persecución de quienes intercambian pornografía infantil, muchos de ellos agrupados en “comunidades” virtuales que son estrechamente vigiladas por Microsoft. Pero aún hay que esperar por los resultados en cuanto a la captura de los pederastas y de quienes han montado las infraestructuras para filmar los videos y procesarlos para su divulgación o venta. Allí puede haber un nido de la delincuencia organizada.