La justificada euforia de los demócratas estadounidenses es plenamente justificada después de la hegemonía de los republicanos por más de una década, que además estuvo atravesada por el terror histórico de aquel 11 de septiembre. En este nuevo escenario, el presidente George W. Bush fue el primero en reaccionar con inusual diligencia política al sustituir de inmediato al Secretario de Defensa Donald Rumsfeld; luego, siguió la decisión del Departamento de Estado para que se reanude la asistencia militar -logística, no operativa- a los países a los cuales se las había suprimido por no aceptar el régimen de impunidad penal para los soldados de Estados Unidos.
En este contexto de cambios, probablemente trascendentes, importantes representantes del Partido Demócrata han planteado un retiro, lo más pronto posible, de las tropas estadounidenses estacionadas en Iraq. Sin embargo, el planteamiento es muy complejo en dos aspectos: el logístico y el histórico -político.
En el primer caso, una cosa es entrar a una conflagración bélica de la manera que lo hicieron los EE.UU., Gran Bretaña y otros aliados menores, y otra es retirarse en medio de la destrucción y conflictos profundos entre facciones islámicas irreconciliables. Tan insólita es la situación que, guardando las distancias históricas y geográficas, más fácil parece que fue la firma de la abdicación en Vietnam que salir del enigmático y violento escenario de un Oriente Medio, ahora mucho más complejo que antes de la invasión.
El otro aspecto tiene dos importantes antecedentes. El uno data de los orígenes de la Guerra Fría y el otro de la crisis de los misiles en Cuba. En el primero existió un conjunto de acuerdos y estrategias concertadas conocidos como la Doctrina Truman y el otro fue la superación exitosa de la crisis de los misiles. En este último, si bien se garantizó la Revolución Cubana, los misiles fueron desmovilizados y se evitó una tercera guerra mundial.
En ambas circunstancias existió la plena concertación de los demócratas y republicanos, por lo que ahora es necesaria igual consolidación política antes de arriar la bandera de la equivocación en Iraq.
Por Editorial Diario El Comercio