Es cierto que avanza el delito en Latinoamérica
Los titulares de diarios y noticieros hablan con una frecuencia que preocupa de la ausencia de seguridad pública, de crímenes organizados, de muertes sin sentido y otra variantes igual de tristes y peligrosas. Lo que cuentan los medios de comunicación, de esas truculentas historias delictivas, solo confirma algo que sabemos de memoria en América Latina: el delito avanza a paso seguro y con un ánimo y velocidad que nunca se le había visto antes. En vista de esto es necesario abordar la relación Seguridad / Inseguridad desde una perspectiva donde la problemática social, cultural, institucional y económica estén presentes.
Sabemos que para que una persona pueda desarrollar correctamente sus habilidades, y de esta manera crecer tanto profesional como personalmente, necesita de un ambiente de libertad y seguridad. Nuestro problema es que el desorden y desequilibrio social son quienes imperan, lo que se traduce en el clima de violencia que vivimos. Si bien gran parte de culpa la tiene el ineficiente sistema de seguridad pública, pero no es el único culpable.
Lo cierto es que hoy nos encontramos ante un esquema agobiante de inseguridad ciudadana en Latinoamérica. No puede ser posible que, por ejemplo, Sao Paulo, el corazón financiero de Brasil, este supeditada a los ataques de las pandillas que controlan sus calles. Y estamos hablando del país más fuerte económicamente de la región. El panorama en el resto no es mucho mejor: Méjico posee los carteles más importantes de la droga, Argentina y sus villas miserias cada vez más parecidas a las Favelas brasileñas, la industria del sicariato en Colombia y ahora también en Ecuador, o las incursiones de la mafia en gremios como el de construcción civil en el Perú. Simplemente no es posible que este collage sacado de una película de mafiosos del Chicago de Capone, se de en pleno siglo XXI.
En la región compartimos muchos factores para que se multiplique el delito por ejemplo: una injusta distribución de ingresos, la exclusión social, la miseria, el hambre, la falta de empleo, la desesperanza juvenil, prostitución, un consumo de alcohol y drogas, el uso de armas de fuego, corrupción, así como una cada vez mayor violencia intrafamiliar.
A esto debemos agregarle una escasa respuesta de las instituciones que se encargan de la seguridad pública: Policía, Ministerio Público, Poder Judicial, Instituto Penitenciario o servicio de inteligencia. Lo cierto es que las cosas hace rato han virado del gris al negro en seguridad pública latinoamericana, hoy es una emergencia social de carácter prioritario que debe estar en la agenda de cualquier gobierno.
En mi opinión el tema de la inequidad es uno de los principales factores para explicar la inseguridad ciudadana que hoy vivimos. Debemos comprender que sin seguridad no hay desarrollo. Ergo, la lucha contra la inseguridad ciudadana y la violencia deben ser temas prioritarios. Estos fenómenos representan un reto para los gobiernos, no solo por sus costos tanto público como privado, sino porque afectan intereses nacionales como la inversión extranjera y el turismo, y claro, la propia intranquilidad y fastidio ciudadano.
Existen además otros factores importantes que inciden en estos fenómenos, un marcado deterioro en los valores morales y cívicos, crecimiento urbanos no planificados concentrados en la periferia de las grandes ciudades con carencias básicas como agua, desagüe o luz, hacinamiento en hogares con bajos ingresos económicos, abuso infantil, falta o pérdida de espacios de integración, recreación o deporte, por mencionar algunos.
Estos factores pueden explicar el por qué se fortalece la violencia y la delincuencia en un país. Todo ello se consolida cuando existen carencias de políticas de estado para garantizar la seguridad ciudadana, debilidad o falta de credibilidad en las instituciones de seguridad pública, lentitud en la tramitación procesal y judicial, así como desconfianza en las instituciones políticas, la seguridad ciudadana tiene que existir no solo como concepto si no como una respuesta integral de “Todos”, esa es la importancia de promover la participación activa de la comunidad desde el planeamiento, ejecución, evaluación y control de los diversos programas de seguridad pública. Los principales problemas sociales que genera la violencia delictiva se pueden agrupar en:
• Aumento significativo de las tasas de homicidio
• Incremento de muerte por armas de fuego.
• Aumento de secuestros.
• Aumento de robos y asaltos agravados.
• Aumento de grupos pandilleros.
• Mayor participación de la juventud en el delito.
• Interrelación entre la delincuencia individual y organizada.
• Aumento en la micro comercialización de drogas.
• Aumento de la prostitución.
• Proliferación de zonas tomadas por el delito.
• La internacionalización del delito.
Ante este panorama la sociedad no sabe como reaccionar, a pesar de existir un elemento unificador entre la población que es el temor. Mientras el estado busca respuestas adecuadas mi propuesta repito es involucrar a toda la sociedad en la solución del problema, entendiendo que la violencia y delincuencia no se pueden erradicar, lo que sí podemos hacer es bajar las tasas actuales de violencia y delito. Para ello debemos empezar a sentar las bases para que exista una cultura de seguridad preventiva en la población. Ser solidario en estos temas y exigir al estado que ejerza su fuerza con prudencia pero con mano dura y firme, buscando el apoyo de todos los sectores sociales con un solo objetivo: reducir los niveles de violencia y delito mejorando la seguridad de los ciudadanos así como su calidad de vida.