Delito en uniforme
«El sueldo de los policías rasos es miserable, si me quejo yo, que soy oficial». La investigación realizada por Conarepol recogió, en la voz de los uniformados, el drama que vive el policía».
«Para esa zona donde hay unos 2.000 barrios se disponen sólo tres patrullas y muy pocas motos. Prácticamente uno cuenta es con un radio que le permita comunicarse para trasladar de un sitio a otro las personas que a veces llaman¿ ¡mira que hay un problema aquí en un barrio del sector tal y mandas una patrulla, pero si a los dos minutos te llaman de otra parte, ya te queda sólo una. Te menciono eso, porque son problemas diarios en la policía y a veces los vecinos creen que uno es ineficiente porque no llega al lugar. Yo he sido patrullero y por mi experiencia sé que a veces los que patrullan tienen que comprar su material, es difícil, es difícil, cuando eso te lo tiene que dar la misma policía, pero ellos lo hacen, los patrulleros lo hacen, ellos compran sus hojas, reúnen entre los grupos, recogen mensualmente y eso lo debe tomar en cuenta el Estado, aparte de que somos subpagados, tenemos que comprar nuestro material para hacer el trabajo, o sea, muchos funcionarios a veces compran sus uniformes, se compran sus zapatos, o sea, estamos mal». (Crepol, José)
«Yo tengo tres años en la policía que no recibo un cartucho, o sea, que la policía me dote a mí de un cartucho, tengo que comprarlos. Para mí eso es increíble, inconcebible, que yo entre en un cuerpo policial y me digan que no hay pistolas para que salgas. En otra policía de esta ciudad, los funcionarios tienen que llegar antes de las cinco de la mañana para ir al parque de armas a retirar armas porque no hay; las que hay no alcanzan para todos los funcionarios; los que no tienen, los mandan sin pistolas». (Caopol, Edgar).
Estos comentarios corresponden a funcionarios activos que participaron en los talleres de autopercepción policial realizados en varios estados y municipios del país por la Comisión Nacional para la Reforma Policial. En las entrevistas se preservó la identidad de los funcionarios de manera que los testimonios no estuviesen contaminados por alguna injerencia externa. En ellos se reflejó el drama de la seguridad y la precariedad de esas instituciones, visto a través de los uniformados.
La injerencia política en los cuerpos policiales, la corrupción en la que incurren la mayoría de los funcionarios, el militarismo como filosofía,la falta de seguridad social, un nivel educativo en el que sólo 3% tiene grado universitario, los bajos salarios y una dotación inadecuada para enfrentarse a la delincuencia son algunos de los males que acompañan al funcionario policial en su particular batalla diaria.
Pero el policía es sólo una de las cuatro patas de la mesa en el drama de la inseguridad que vive el país. Con casi 100 mil asesinatos en 8 años, Venezuela se ubica como uno de los países con más alto índice de homicidios por armas de fuego en el continente. En esa guerra no declarada es la policía el primer control en la calle contra la delincuencia y por lo tanto el punto de partida de ese drama.
Lamentablemente, 15 personas son asesinadas cada semana por policías, según cifras de Provea. Y los propios funcionarios estiman que cerca de 80% de los policías han incurrido en actos de corrupción. La encuesta de victimización realizada por Consultores 21 en 2001 reveló que 80% de las víctimas de la delincuencia manifestaron no haber denunciado el hecho alegando que la policía y el sistema de Justicia no harían nada por resolver el caso. Esto revela una crisis profunda en esas instituciones y explica la desconfianza de la población hacia sus policías.
Desconfianza en la policía
«Ahí detenemos a un delincuente con bastante cantidad de droga y una vez que intentamos sacarlo, la comunidad de las barriadas, parte alta, tiraba botellas, piedras, objetos contundentes, muchas veces se exponía la integridad de los mismos funcionarios en peligro (¿) Una vez que se hace una aprehensión de un delincuente en una barriada, en un sitio popular, donde verdaderamente no sé con qué fines lo defienden, tratan de anular la actuación policial. Los hechos, la escena de los hechos la perturban completamente, a lo mejor para darle una connotación de la actividad policial de otra forma (¿) en el momento de la aprehensión se atraviesan a la patrulla, no la dejan salir. Muchas veces agreden a los funcionarios». (Anapol, Jacobo).
«En el cerro no podemos llevar mucho las patrullas, porque la gente del cerro les espicha los cauchos. A veces nos hemos llevado tropiezos porque nos metemos por donde no es y la gente allá recibe a la policía a botellazos, lanzan lavadoras viejas, piedras. Avisan a los delincuentes para que se escondan». (Crepol, José).
Formación militar
Soraya el Achkar, secretaria técnica de la Conarepol, sostiene que la policía es una institución creada a partir de los gobiernos de turno, a la medida de los partidos políticos y han crecido como un pequeño ejército del gobernador o del alcalde. Esas policías se descentralizaron sin haber creado una política nacional que las rigiera.
Por eso es que las policías no se asumen como cuerpos profesionales con procedimientos claramente definidos, señala El Achkar. En esencia son policías «militarizadas» cuya formación se ha orientado hacia la guerra, la lucha contra el enemigo. En esa concepción, el policía identifica al ciudadano como el enemigo que es el presunto delincuente.
En las investigaciones del equipo de Conarepol se encontró que la formación que reciben los funcionarios está basada en el castigo y una visión de la autoridad basada en el temor. Ese es un estilo de obediencia que no ayuda a enfrentar los problemas con la ciudadanía porque estos funcionarios están acostumbrados a obedecer. Por el contrario, la relación con el ciudadano debe ser de diálogo y negociación, y no de órdenes.
«Hace unos meses en un vehículo que se encontraba estacionado en la vía pública, como a las 10 p.m., se estaba negociando una panela de droga, aproximadamente 1½ kilogramo de presunta cocaína. Una comisión de la policía iba pasando por el lugar y se encontró con tal situación, inmediatamente llamamos al fiscal para reportar el asunto, se detuvo a las personas que se encontraban allí, entre esos había unos estudiantes. Hubo una llamada del jefe del retén de la policía, que había órdenes de arriba para dejar en libertad a los detenidos. El fiscal estuvo a punto de ser despedido». (Guapol 1, Pedro).
«Hay funcionarios que actúan en función de los intereses del jefe. Si el jefe es amigo de la licorería tal, entonces yo como subalterno no le cierro la licorería porque ese es un amigo de mi comisario». (Idapol 2, Matías).
Los testimonios recogidos en el estudio de Conarepol determinaron que esa es una práctica común. «Si un policía se niega a una orden del jefe, puede ser expulsado del cuerpo o castigado», afirma El Achker.
«Matraca» y corrupción
En el tema de la corrupción se encontró que también la sociedad es responsable de la conducta desviada del policía. Así lo revelan algunos testimonios:
«Muchos vecinos están de acuerdo con que el policía mate al delincuente, en vez de seguir juicio penal, y hay personas que lo proponen a la policía, hasta proponen pago de dinero si la policía logra quitarles de encima a los malandros. He escuchado a compañeros que dicen que ya yo no hago nada a cambio de nada; esos son antivalores en la policía; ya se están acostumbrando los policías a recibir dinero de la gente». (Guapol 1, Pedro).
«Yo sé que hay policías corruptos y malandros; no quiero defenderlos, pero yo los entiendo. Cuando usted tiene familia, además vive al lado del malandro, es difícil convivir. Yo conozco un compañero que paraba carros en una vía pública y pedía dinero a los choferes que no tenían sus papeles en regla; eso es «matraca», pero a su vez la esposa estaba enferma, necesitaba dinero para hacerle un tratamiento. ¡Cómo no voy a justificar esa situación!». (Crepol, José).
«Extorsión, cobro de vacuna, todo eso hacen los policías. Cuando hablo de cobro de vacuna hay funcionarios, y los he visto, que en la zona donde venden la droga le cobran al «jíbaro» de la zona para no tocarlo». (Caopol, Edgar).
«Yo misma he llamado en primer lugar a los funcionarios involucrados en problemas delictivos; les pregunto la razón; a veces los he entendido cuando me hablan de la enfermedad de un pariente, el sueldo de los policías rasos es miserable, si me quejo yo, que soy oficial, qué decir de un subalterno. Yo misma no los sanciono, los reporto o no, o lo dejo pasar porque comprendo a veces por qué lo hacen; claro, son casos de casos. Yo no los justifico en el 100%, pero a veces sí». (Guapol 2, Carmen).
Por Francisco Olivares
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