La cita de Moro con su destino el 16 de marzo comenzó con una rutina que él observaba desde hace varios años. Al dejar su modesto apartamento en la Vía Forte Trionfale en el distrito de Monte Mario, minutos después de las 9 a.m., se trasladó a la iglesia de Santa Chiara para recibir, según su diaria costumbre, la comunión. Luego se encaminó hacia al Parlamento leyendo los diarios en su auto, totalmente despreocupado de todo peligro.
Acompañaban al dirigente político en su Fiat 130 azul oscuro su chofer y un escolta. Lo seguían en un Alfa Romeo blanco tres guardias de seguridad. Los autos pasaban por la avenida Mario Fani en la zona de los hoteles de primera clase. Adelante se veía una señal de parada que marcaba el cruce con la vía Stresa. De repente, un Fiat 128 se precipitó delante del carro de Moro y se detuvo abruptamente frente a la señal de pare. El chofer de Moro presionó violentamente los frenos. El auto de seguridad que los seguía fue sorprendido y llegó a chocar por detrás al auto de Moro.
De acuerdo con testigos, tanto el chofer del Fiat 128 como el pasajero junto a él se bajaron, aparentando que deseaban averiguar si su auto había sufrido algún daño. El auto en cuestión llevaba placas diplomáticas. De pronto, cuando se hallaban a pocos pasos del auto de Moro, sacaron sus pistolas y dispararon sobre los pasajeros de adelante, matándolos en el acto.
Mientras tanto, sin llamar la atención, cuatro hombres luciendo uniformes de Alitalia parecían esperar un vehículo en la esquina de la Vía Mario Fani. De pronto se adelantaron y se dirigieron al auto de los escoltas matando a dos de ellos en el acto. El otro guardia se lanzó por la puerta opuesta y tuvo tiempo de hacer tres disparos, antes de que un francotirador apostado en el techo de un edificio vecino disparara sobre él, hiriéndolo mortalmente.
Durante el desarrollo de la operación, una rubia con un pañuelo en la cabeza, acompañada de un señor, se mantuvieron observando todo, como en plan de supervisión. En cuanto sacaron a Moro con dos maletines, uno con secretos de Estado y el otro con medicinas, lo trasladaron violentamente a otro Fiat azul. La citada pareja tomó otro auto y se incorporó al convoy de los tres vehículos que escapaban rápidamente. Se estima que la acción completa tomó sólo unos 30 segundos.
Minutos más tarde, en una placita cercana, formada por la Vía Carlos Felli y la vía Casale de Bustis, desde el balcón de su apartamento una mujer observaba a los tres carros que se desplazan a toda velocidad, dos Fiat 28 crema y un Fiat 130. La vía de Bustis en esta intersección está cerrada y sólo da paso a los residentes, quienes deben retirar una cadena que se mantiene asegurada por un candado.
La mujer del balcón observó que la rubia del pañuelo en la cabeza, descendió del auto líder y, tras sacar una herramienta cortó la cadena para dejar pasar a los tres carros. La mujer observó además a un señor “empujado hacia abajo, para evitar que se viera”. Los autos se detuvieron y esperaron que la rubia volviera a colocar la cadena en su lugar, y con toda calma regresara y se incorporara al convoy que desapareció velozmente.