La pista de los insectos (21 al 28 de mayo 2004)

Debemos a Alfredo Piera el recordatorio sobre el origen etimológico de la palabra cadáver: Caro-Data-Vernibus, es decir, carne, tiempo y gusanos.
La presencia de larvas o insectos en los cuerpos sin vida para el común de las personas no es más que un motivo de repulsa. Pero para las ciencias forenses estos seres son portadores de una valiosa información en torno a la data y al lugar en el que la persona dejó de existir.
Concha Magaña, del Instituto Antropológico de la Ciudad Universitaria de Madrid, recordó que la primera aproximación a la entomología forense ocurrió en la China del siglo XIII. Un labrador fue degollado con una hoz. Para resolver el caso, las autoridades ordenaron que todos los portadores de hoces de la comarca pusiera sus herramientas al aire libre. Sólo en una se posaron las moscas, señal de que había sido utilizada para matar al campesino.
El primer trabajo sobre la utilización con fines forenses del análisis sobre el desarrollo de los insectos fue publicado a finales del siglo XIX en Francia. El autor, Megnin, se percató de que los pequeños seres, denominados por él “escuadrillas de la muerte”, son atraídos en forma selectiva y con un orden preciso. Esta exactitud hace posible que al detectarse una determinada población de insectos sobre un cuerpo sea posible tomar conclusiones sobre el momento en que se produjo la muerte de la persona.
A partir del momento en que se pierden los signos vitales, los restos corpóreos van cambiando de acuerdo con un conjunto de factores de origen tanto interno como externo, que deben ser observados cuidadosamente por el experto a los fines de precisar el denominado “intervalo post mortem”. Entre ellos podemos mencionar las livideces y rigideces cadavéricas, lesiones externas, cambios de temperatura, pérdida de fluidos y la acción de animales e insectos.
Los artrópodos utilizan a los cadáveres no sólo como fuente de alimento (especies necrófagas). Algunos pueden alojarse en él (“extensión del hábitat normal”) y una tercera categoría puede acercarse para comer del cadáver y también de los insectos que han llegado previamente (especies onmívoras).
Ciertas especies solamente se aproximan a los cadáveres cuando están en determinadas zonas del planeta o épocas del año. De allí que su detección en los restos corpóreos puede ser indicadora del lugar donde se produjo el deceso.
El estudio metódico del comportamiento de los insectos ha hecho posible expresar mediante tablas qué familias de artrópodos inciden sobre los cadáveres y en qué momentos del intervalo post mortem. Se han establecido dos grandes métodos, que pueden ser usados en forma independiente o conjunta. En las primeras fases de la descomposición se analiza el crecimiento de uno o dos tipos de larvas, particularmente los dípteros. En las etapas más avanzadas se compara el grado de crecimiento de los artrópodos con los patrones previamente establecidos.
La entomología forense está siendo utilizada incluso como una disciplina auxiliar en investigaciones sobre la desatención de ancianos en Alemania. Casos muy interesantes han sido documentados por el doctor Mark Benecke. En uno de ellos, el criterio del experto fue vital para impedir una acusación fiscal contra la cuidadora de una señora de avanzada edad que apareció muerta en su residencia de la ciudad de Colonia, en octubre de 2002. El punto fundamental en este caso fue que todas las moscas detectadas por las autoridades tenían un crecimiento de aproximadamente tres semanas, que no se compaginaba con la data de la muerte de la mujer. Los insectos aportaron una pista fundamental.

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