El gobierno español acaba de declarar la imposibilidad de afrontar individualmente lo que uno de sus voceros calificó como la “crisis humanitaria” generada por la migración masiva de pobladores de los países del norte de África, pertenecientes a la zona conocida como el Magreb (Marruecos, Argelia, Túnez, Libia y Mauritania), así como también de Senegal.
Debido a esta multiplicidad de orígenes, los migrantes han sido llamados también de manera eufemística “sin papeles”. La ausencia de documentos de identidad sería quizá el único factor común entre todos ellos, además del deseo irrefrenable de huir a como dé lugar de sus naciones de origen para buscar un futuro más promisorio.
Las estadísticas oficiales, divulgadas por el ministro del Interior español, Alfredo Pérez Rubalcaba, indican claramente la magnitud del problema: solamente en agosto fueron avistados 4 mil 329 individuos, generalmente navegando en botes o “cayucos”. Esta cifra equivale al total de personas que intentó entrar de esta forma durante todo el año 2005. Durante los primeros 8 meses de este año, van 19 mil 35 migrantes.
Las autoridades españolas han desarrollado una estrategia en varios planos. En lo interno, la Guardia Civil fue encomendada para patrullar las costas del su español, detener y confinar a estos balseros, con la intención de repatriarlos posteriormente. Algo que se ha hecho con 50 mil personas en los últimos años.
En lo externo, hay una acción diplomática orientada a obtener la colaboración de la Unión Europea, con la finalidad de que se incorpore de manera más activa a los patrullajes. La vicepresidenta española Maria Teresa Fernández de la Vega, declaró luego de entrevistarse con el comisario de la alianza de naciones, Franco Frattini, que este asunto ya no es un problema exclusivo de su país “sino de todo el continente”. Esto puede sentar un precedente en cuanto al modo como deberá ser afrontada la crisis en los meses por venir, en el marco de una política general de toda la unión con respecto al tema migratorio.
Igualmente, las autoridades españolas han iniciado conversaciones con los gobiernos de los países de origen de los balseros, para que sean ellos mismos lo que coloquen la primera barrera. Según Rubalcaba, de cada 4 personas que abordan un bote para ir al norte, 3 son detenidas por funcionarios africanos. Entonces, las matemáticas indican que solamente este año han intentado huir de sus naciones 80 mil personas.
El Mediterráneo siempre ha sido el escenario de un intenso intercambio comercial, y por supuesto de migraciones entre los sectores que lo componen, tal y como lo describió Emil Ludwig en su tratado sobre este mar. Pero actualmente las diferencias entre los países del norte y los del sur son abismales. Según datos del Banco Mundial, el ingreso per cápita de los países norafricanos decreció en 0,3 % durante la década pasada, mientras que los países occidentales del Viejo Continente –incluyendo a España- tuvieron un crecimiento en este rubro cercano al 4 % interanual, para ubicarse en cerca de 20 mil dólares anuales.
Estos datos reflejan un terrible drama humano que puede generar serios problemas de seguridad para Europa. En el caso francés, por ejemplo, las protestas que produjeron el colapso de París, Lyon y otras grandes ciudades fueron protagonizadas por la segunda generación de las oleadas de inmigrantes que llegaron a ese país hace más de 20 años. Gente que se ha sentido excluida de las oportunidades de empleo y educación. Gente que, convenientemente adoctrinada, puede unirse a las filas del terrorismo. Como sucedió con los protagonistas de los atentados en el metro de Londres, en julio del año pasado. Vecinos “normales”, que de la noche a la mañana arremetieron contra la tierra que los albergó.
Este temor puede gravitar actualmente en las mentes de los gobernantes europeos. Esta es una razón más para la prudencia, tanto en lo que se hace como en lo que se dice. ¿Con qué moral, por ejemplo, se critica a Estados Unidos por asumir las medidas que considera convenientes para frenar la migración indiscriminada de espalderos? España instaló en Ceuta y Melilla sus propios muros y centros de detención. El día de mañana, este puede ser el ejemplo para otros países que, hasta ayer, se rasgaban las vestiduras por lo que ocurría en Texas o Nuevo México.