LISA J. ADAMS / AP
CIUDAD DE MEXICO
Cuando un obispo dijo en fecha reciente a periodistas que los narcotraficantes con frecuencia hacen donativos a la Iglesia, hubo una fuerte convulsión en este país de mayoría católica, no porque la noticia fuera una sorpresa para nadie, sino porque la admisión era tanto como confesar que no hay nada sagrado en México, ni siquiera Dios, cuando se trata del crimen organizado.
Menudearon las críticas luego que el obispo Ramón Godínez, del estado central de Aguascalientes, dijo a comienzos de mes que los donativos de los narcotraficantes no eran algo inusual, pero que no corresponde a la Iglesia la tarea de investigar. Indicó que el dinero queda »purificado» una vez atraviesa las puertas de la parroquia donde hacen la donación.
»No porque el origen del dinero sea malo hay que quemarlo. Hay que transformarlo, más bien», señaló Godínez.
El crimen organizado, especialmente el narcotráfico, figuran entre los asuntos que más preocupan a los mexicanos. Y no son sólo los criminales los que causan temor. Tampoco tienen desconfianza en fiscales, en policías, en el sistema judicial, en los políticos, todos los cuales son considerados hasta cierto grado corruptos.
Pero, por otro lado, la Iglesia es una institución que sigue teniendo alta estima.
»De todas las instituciones de México, la Iglesia figura en primer lugar en términos de confianza del público», dijo Roderic Ai Camp, experto en religión mexicana en el instituto Claremont-McKenna College, de California. «Es la única institución considerada moralmente superior y básicamente honesta y al servicio de los intereses del mexicano común».
Esa confianza se mantiene firme, aún cuando existe el conocimiento, entre el pueblo que »muchos pueblos y capillas de México han sido remodelados y restaurados gracias a generosas contribuciones de personas que se dedican al narcotráfico. Y esto es del dominio público», escribió el experto en religión Roberto Blancarte en el periódico Milenio.
Especialmente en zonas rurales pobres, los narcotraficantes »se convierten (y de hecho en algunos pueblos lo son) en una especie de Robin Hood», señaló Blancarte.
La admisión de Godínez ha conducido nuevamente a la Iglesia al centro de la controversia.
Durante más de 300 años, luego de la conquista española de 1521, la Iglesia estuvo íntimamente vinculada al poder temporal. Y aunque leyes implementadas a mediados del siglo XIX pusieron fin a ese dominio, y la Revolución de 1910 recortó muchos de sus privilegios, el país continuó siendo, al menos de manera nominal, abrumadoramente católico. Más de un 90 por ciento de los mexicanos dicen profesar la fe católica.
»«Muchos … nos quieren espantar con el asunto de que» la Iglesia puede volver a convertirse en una presencia todopoderosa, dijo Jaime Septien Crespo, director del semanario católico El Observador, en el estado central de Queretaro. »Hay un interés de desacreditar esta presencia, y cuando algún ministro de la Iglesia comete una torpeza o una declaración de esta naturaleza, pues, es carne fácil», señaló.
A medida que la campaña por las elecciones presidenciales de julio va entrando en sus tramos finales, señaló Crespo, el escándalo intenta ser exagerado por partidos políticos »que buscan de alguna manera ir destruyendo las alianzas posibles entre sectores de la sociedad … En este caso, una alianza que pudiese verse desde el punto de vista del Partido Revolucionario Institucional o del Partido de la Revolución Democrática, sería la de la Iglesia con el Partido Acción Nacional» del presidente conservador Vicente Fox.