Si ya antes del 11 de septiembre, la Alianza Atlántica empezaba a plantearse tímidamente algunos cambios internos, desde los ataques contra las Torres Gemelas toda reunión aliada comienza con sesudas reflexiones sobre su papel en el mundo actual.
Desde el comienzo, los aliados mostraron plena solidaridad con los EEUU, y pusieron sus medios a disposición de Washington. Sin embargo, tanta generosidad apenas ha sido aprovechada por la Administración Bush. El papel de la Alianza Atlántica en la ofensiva actual se ha limitado a prestar sus aviones AWACS para vigilar el espacio aéreo estadounidense y facilitar el uso de algunas bases portuarias. La ayuda que EEUU ha aceptado de la OTAN ha sido sobre todo moral.
EEUU tiene muy claro quién encabeza la coalición internacional contra el terrorismo y es consciente de la magnitud de la amenaza. Donald Rumsfeld ha explicado a sus aliados militares que no existe otra opción que trasladar la batalla hacia el campo de los terroristas. EEUU considera que no necesita más autorizaciones para ampliar sus acciones militares.
El tono de Donald Rumsfeld contrasta con el que hace escasas semanas utilizó el siempre diplomático Colin Powell en su visita a la OTAN. Ahora, el secretario de Defensa ha aclarado a sus aliados militares que no va a ser la coalición internacional la que determine las misiones en las que se embarcan. Cada misión precisará de unos aliados diferentes y cada uno de ellos debe elegir la respuesta más conveniente al llamamiento de George Bush. La OTAN desea convertirse en una organización antiterrorista y está revisando sus recursos y sus necesidades para responder a lo que ya define como ´lo imprevisible´.
Respondiendo a la propuesta estadounidense de aumentar el presupuesto de defensa de los países miembros de la Alianza, su secretario general, George Robertson, reconoció la misma necesidad. EEUU también ha puesto cifras a una idea que hace meses ronda por el Departamento de Defensa estadounidense, encaminada a reducir los efectivos militares de la Alianza en los Balcanes, en concreto en Bosnia y Kosovo, donde la OTAN tienen desplazados unos 18.000 militares. Según EEUU, al retirar a un tercio de ellos, se podría empezar a ahorrar y dedicar los recursos a nuevas necesidades. George Robertson apoyó la iniciativa y anunció que el próximo año se podría retirar algunos miembros, repitiendo el mensaje estadounidense, de que los aliados llegaron juntos a los Balcanes y se irán juntos.
Este contexto de cambio se ve reflejado en el anuncio de la ruptura del Tratado ABM, base de las relaciones internacionales desde la Guerra Fría, coincidiendo con el comienzo de una nueva era de relaciones entre la OTAN y Rusia. Son tiempos de cambio especialmente difíciles, en los que la Alianza Atlántica se cuestiona su identidad.