Irán está inmerso en una peligrosa escalada de conflicto, debido a su insistencia en el desarrollo de un programa nuclear cuyos fines aún no están claros para la comunidad internacional.
Esta escalada, por ahora, no ha trascendido el plano diplomático. Pero en la medida en que transcurren los meses se va planteando la necesidad de tomar decisiones más drásticas. En especial si tomamos por cierta la apreciación del director de Inteligencia estadounidense, John Negroponte, en el sentido de que para 2010 los persas habrán alcanzado la capacidad de fabricar ojivas nucleares con el uranio que actualmente está en proceso de adquisición y enriquecimiento.
El problema central se refiere al propósito que tienen los planes atómicos iraníes. Y en ese aspecto los voceros del país asiático han manejado un doble discurso. Por una parte, se reivindica la “soberanía” frente a las presiones de Estados Unidos a través del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas para que sea permitida la actividad de los inspectores de la Agencia Internacional de Energía Atómica, entrabada desde junio de 2004. En este discurso tienen gran importancia las declaraciones del presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad, según las cuales su país “no necesita armas nucleares”. Según esta óptica, quienes ya poseen las ojivas son “los que buscan resolver todo por la fuerza y las amenazas” (14 de enero 2006).
En el otro lado están las señales que revelan la existencia de un propósito bélico. El propio mandatario iraní los puso sobre el tapete el 24 de octubre de 2005, cuando sostuvo que Israel “debe ser borrado del mapa”, en el marco de una conferencia sobre “El mundo sin sionismo”. Estas declaraciones, por cierto, fueron divulgadas inicialmente por la agencia oficial iraní Irna. Y aún cuando hubo posteriores intentos de desmentirlas también hubo reiteraciones de parte del mismo Ahmadinejad.
Simultáneamente, los iraníes han probado con éxito varios tipos de misil desarrollados en su propia tierra. El más preocupante es el llamado Nour, de alcance medio (1500 kilómetros aproximadamente) y con capacidad para evadir la detección de radar y transportar a la vez ojivas nucleares. Esto le permitiría realizar ataques devastadores en países como Israel, Arabia Saudita y Rusia.
¿Hacia dónde se dirigen en verdad los propósitos iraníes? Si el programa de energía atómica, que avanza desde hace por lo menos 4 años, tiene un fin pacífico, entonces lo más apropiado no es reivindicar la soberanía sino permitir de manera discreta que los inspectores de la AIEA realicen su trabajo rápidamente. En esto, al igual que en las relaciones interpersonales, hay que presumir la buena fe de antemano, hasta que se demuestre lo contrario.
Pero si el interlocutor se enfrasca en un juego de espejos para confundir a los demás, entonces hay que sospechar. En este sentido, el asunto iraní guarda gran similitud con el de su vecino Irak, hace 3 años. Ahmadinejad debería aprender de la experiencia ajena.
Está corriendo un lapso crucial, en el que Irán deberá decidir si acepta los términos de la propuesta formulada por Estados Unidos y la Unión Europea, en el sentido de lograr un desarrollo atómico netamente pacífico, pero vigilado muy de cerca por los inspectores de los países involucrados en la propuesta. Este plan va acompañado además con incentivos económicos y políticos, nada despreciables para un régimen antaño cuestionado por su intolerancia. La respuesta a este ofrecimiento deberá ser dada hasta julio. Entonces veremos cuál es el siguiente paso en esta escalada.