Los rehenes deben cooperar con los secuestradores. Lo cual no quiere decir que estén gustosamente decididos a firmar documentos en los que declaren que son agentes de la CIA, o críticas feroces contra su sistema de gobierno. Lo esencial es evitar conflictos y hostilidad, y evitar discusiones sobre temas irritantes. Una conducta calmada y moderadamente pasiva es necesaria para la supervivencia.
Algunos secuestrados responden hostilmente a los terroristas, los hacen enardecer por sentirse como víctimas injustas y se molestan mucho. El rehén que se considera a sí mismo como víctima de las circunstancias, estará en mejores condiciones de adaptarse convenientemente a su incómoda situación. Una vez que las víctimas han llegado a obtener su autocontrol, lo importante es que recuerden lo que se les enseñó a hacer en esa situación. Muchas de las víctimas han sido asesinadas por oponer resistencia. Luego de quedar bajo custodia debe iniciarse el proceso de vinculación. Al principio los terroristas tratarán de hacerle sentir a las víctimas que la muerte será inminente. Sin embargo, si esa fuera la realidad no lo dirían, ya lo hubieran hecho.
El rehén debe evitar los movimientos violentos. Cualquier mala interpretación puede hacer que le disparen creyendo que trata de escapar. Sólo un 2 % de los rehenes ha sido asesinado. Es importante que el cautivo no haga ni diga nada que pueda exaltar a sus captores.
La Fuerza de Tarea de los Estados Unidos contra los Desórdenes y el Terrorismo recomienda que los secuestrados traten de hablar con sus captores, pero por ejemplo las discusiones de carácter político, si se producen, deben ser iniciadas por ellos, no por las víctimas. Esa compostura observada por las víctimas debe estar estimulada por la gran cantidad de que ha sobrevivido. Pero además deben recordar ciertos hechos. Muchos de los secuestradores usan máscaras para evitar ser identificados. El simple uso de la máscara es una buena señal. Significa que en caso de liberar a sus cautivos, no puedan ser reconocidos. Saben que eso sería un riesgo para su futuro. Si estuvieran decididos a asesinar a sus víctimas, no ocultarían sus rostros.
Para mantener a un prisionero vivo los secuestradores deben afrontar muchos problemas: custodia, alimentación, proporcionarle cuidados de higiene, etc. Desde el simple punto de vista práctico, es más fácil matar al rehén. Por ello se comprende que si se mantiene vivo, es porque el propósito es negociar o presionar.
Cuando se trata de una pequeña célula terrorista las complicaciones que conlleva tener a un rehén vivo son tremendas. En efecto, ya para el final de su cautiverio, Benjamín Weir le oyó decir a sus captores: “Nosotros estamos aquí confinados cuidándolo a usted. Cuando llegue el día de liberarlo, estaremos nosotros también liberados”.
Aunque para un terrorista no es mayor el problema de matar a un desconocido, esto cambia cuando se trata de alguien a quien ellos han llegado a conocer y a tratar. A los terroristas en medio de confrontaciones armadas no les importa a quien matan en actividades urbanas o rurales. Pero matar a un rehén les crea los escrúpulos que provoca un asesinato.
Las decisiones más importantes entre guerrilleros se toman por grupo. Si se desea matar a alguien, generalmente se somete a votación. Si la víctima ha establecido relaciones con algunos de ellos, los más próximos, su voto podrá influir favorablemente. Los rehenes deben confiar en sus organizaciones que harán todo lo posible por ayudarlos. Pero deben convencerse de que, estableciendo ciertos vínculos con sus captores, pueden ayudarse ellos mismos.
Estos vínculos son de gran valor, especialmente en los casos en que la víctima se niega a acceder a las demandas de los grupos a pagar el rescate, es decir, a dejarse extorsionar. En algunos países el Gobierno trata de sabotear las negociaciones con las organizaciones a las que pertenece la víctima. Creen poder salvarle la vida. Por eso a veces se trata de llevar las negociaciones fuera del país, pero no siempre es posible. Si los ejecutivos son bien adiestrados para actuar en las emergencias, es muy posible que tengan las reacciones correctas. Si ese adiestramiento ha sido bueno, evitarán asumir actitudes peligrosas o contraproducentes.
Los profesionales de seguridad deben apreciar el valor que tienen los ejecutivos para su empresa, para su familia y para su comunidad y, por lo tanto, convencerlos de no correr riesgos innecesarios. Estar alerta y cuidarse.